Imagina que un extraño se acerca a tu hijo en un centro comercial, lo llama por su nombre y le pregunta cómo le fue en su partido de futbol. Lo sabe todo: su edad, su escuela, los horarios en que lo recoges tarde. No es magia ni espionaje: es la información que tú mismo publicaste esta mañana en Instagram. El sharenting —esa costumbre de documentar obsesivamente la vida de nuestros hijos en redes sociales— se ha convertido en una amenaza silenciosa que los gobiernos europeos ya combaten con campañas de choque.

O piensa en otra escena: bajando la escalera eléctrica del cine, una persona le dice a tu hijo que le fue bien en su partido de futbol y que a ver si "tu papá te recoge a tiempo por una vez". Esa es la dimensión del sharenting que propone el anuncio que está difundiendo el gobierno de Irlanda contra esta mala práctica, donde los padres publican todo lo que hacen sus hijos en Instagram, TikTok o Facebook, poniendo en riesgo sus datos personales, su privacidad y hasta sus vidas.

En septiembre de 2024 publiqué un artículo sobre "Sharenting: bebés en peligro". Ahora esta campaña del gobierno irlandés demuestra que el problema ha crecido de manera alarmante. Un estudio de la Universidad del País Vasco (2023) reporta que aproximadamente el 80 por ciento de los padres comparte información de sus hijos en redes sociales, dejando una huella digital fácilmente rastreable por pedófilos, tratantes de personas y delincuentes que explotan datos para robo de identidad o creación de deepfakes.

En la práctica, se comparten datos clave del menor: edad, fecha de nacimiento, imágenes con amigos, nombre y ubicación de su club de fútbol, danza o karate, horarios de entrenamientos, retrasos de los padres al recogerlos, premiaciones, partidos y disfraces. Toda la información necesaria para crear un perfil y entrar en contacto con el menor, fingiendo amistad o planeando cualquier tipo de crimen contra ellos y su familia.

Lo alarmante no es solo la cantidad y calidad de información que se comparte, sino la ingenuidad de los padres y su adicción a difundir estos contenidos sin pensar en los riesgos. El sharenting forma parte de un ciclo de dependencia: el deseo incontrolable de publicar genera una recompensa psicológica inmediata —likes, mensajes de aprobación, respuestas que alimentan el ego personal o familiar— que refuerza el comportamiento.

¿Qué se debe hacer? Lo que propone el gobierno irlandés es simple: "Detente antes de publicar". En otras palabras, piensa un momento: ¿a quién llegará esta información?, ¿qué riesgos puede tener enviarla a las redes sociales?, ¿publicarla ayudará a mi hijo o solo satisface mi necesidad de reconocimiento?

La próxima vez que tu dedo se pose sobre el botón de "publicar", detenlo un segundo. Pregúntate quién verá esa foto, qué información revela y si tu hijo, dentro de diez años, te agradecerá haberla compartido. El sharenting no es amor digital; es una exposición involuntaria. Y en un mundo donde los datos son moneda, nuestros hijos no deberían ser la mercancía.

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