Uno pensaría que con 28 años apenas comienzas a vivir, a conocer un poco más de la vida. Eres aún joven, muy joven para algunas cosas, que todavía te faltan por descubrir, y apenas entras en la flor de la vida. Ya no eres un chavito que entra en los 20, pero tampoco eres un adulto mayor. Toda una vida por delante, un camino que recorrer, un montón de cosas por descubrir.

Pero la vida es como el futbol: injusta. Bien dice Cristiano Ronaldo que no siempre llegan los que tienen más talento, sino los más disciplinados. Tú tenías talento y disciplina, hablo de futbol, aunque también en la vida. Eras un hombre de casa, hogareño, no te gustaba la noche, ni las fiestas, ni el alcohol y otros vicios, siempre enfocado en tu profesión y la familia, pero ella no es justa.

Con apenas 17 años debutaste en Primera División en Portugal con el Paços de Ferreira, ya se veía que eras un crack. Fuiste al Atlético de Madrid por pedido del “Cholo” Simeone y el Porto te fichó un par de años después. Jugaste en los Wolves junto a Raúl Jiménez, con quien forjaste una gran amistad. La rompiste y te fichó el Liverpool para seguir rompiendo la Premier League.

Un pinchazo en la llanta, un descuido, exceso de velocidad, la carretera, la noche, la oscuridad… qué más da si ya no estás. Ganaste la Premier League, la Nations League con tu selección este año y en ambos fuiste figura, una pieza determinante. No hay duda de que tu carrera iba en aumento, hoy la muerte recorre los campos de futbol de Europa y el mundo entero, todos lloran tu partida.

Increíble. Tenías toda una vida por delante y en un abrir y cerrar de ojos ya no estás, te fuiste de este mundo sin más, pero siempre te llevaremos en nuestros corazones. Apenas 11 días antes te acababas de casar con el amor de tu vida, Rute Cardoso, esa mujer que siempre fue la luz de tus ojos y con quien procreaste a tres pequeños hermosos, a quien le prometiste estar a su lado hasta el último suspiro.

Por cierto, déjame decirte que Raúl no se olvidó de ti. Como todos, no lo cree aún, salió a la cancha para jugar y ganar la final de la Copa Oro con la Selección Mexicana. Tu compañero en el Wolverhampton salió a calentar y entonó el himno nacional con la camisa 20 y tu nombre, marcó un gol que te dedicó con ese festejo tan tuyo que hacías sentado sobre el césped como si jugaras al FIFA en el Xbox.

Tu carisma, tu sonrisa y tu solidaridad con los compañeros marcaron al mundo del futbol. Hoy la pérdida es de miles de personas, pero sobre todo de tus padres que ya no te tienen y tampoco a tu hermano. En un abrir y cerrar de ojos se quedaron sin sus dos hijos, y tus hijos sin su padre, cómo es la vida de cruel. Gracias por la dicha, las alegrías y el futbol, Diogo.

P.D. Que tu esposa, tus nenes y tu familia tengan pronta resignación. Hasta siempre, camisa 20.

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