Toluca, Méx. Desde que amanece, Claudia Severiano Morales y Adriana Salas Medina ya recorren las avenidas del centro de Toluca con escoba, recogedor y una paciencia que no siempre es correspondida.
Ambas son trabajadoras de limpieza del ayuntamiento, encargadas de una labor esencial pero invisible, que carga no sólo con el peso de la basura, sino con la indiferencia y, a veces, el desprecio de quienes transitan por la capital mexiquense.
A las siete en punto inicia su jornada. En ese momento, la ciudad, lejos de recibirlas con la dignidad que merecen, les abre un panorama de bolsas rotas, basura desperdigada y depósitos urbanos convertidos en basureros domésticos.
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Claudia, con 22 años de experiencia en el servicio público, recuerda con nostalgia la Toluca de su juventud. “Hace 22 años era muy bonita, muy limpia, muy limpia Toluca. Ahora, nada, nada, nada. Ni un pedacito de lo que era antes. Ya la gente avienta la basura donde sea. Aunque queramos tener limpio, la gente nos deja bolsas, pasan los perros, las rompen y se cae toda la basura”, mencionó.
Por su parte, Adriana, quien lleva 12 años en el mismo oficio, describe el panorama de las mañanas como desolador. Las esquinas se transforman en vertederos clandestinos y el esfuerzo por limpiar parece insuficiente frente al volumen de desechos que se genera día con día.
Muy sucia, la verdad sí, muy sucia. Bolsas de basura en cualquier esquina, o a veces hasta en los zaguanes de las casas van y se los dejan ahí. Nosotros sí recogemos, pero yo creo que también los valores deben empezar desde casa, ¿no?”
Adriana Salas, trabajadora de limpieza.
Ambas trabajadoras coinciden en que el problema no es solo la cantidad de basura, sino la falta de conciencia de vecinos, transeúntes y comerciantes, quienes no sólo depositan sus residuos en los pequeños botes colocados para desechos menores, sino que, además, cuando son cuestionados, reaccionan con grosería.
“Un señor venía con una bolsota grande y le digo: Señor, aquí no tire la basura. Él contesta: Yo la tiro donde yo quiero. A mí tú no me vas a decir nada, para eso te pagan”, relató Claudia con resignación.
Los lunes y fines de semana, cuentan, son los días más difíciles: las calles parecen multiplicar su carga de basura, obligándolas a redoblar esfuerzos.
Pero, más allá del cansancio, persiste en ellas una vocación de servicio que se sostiene por el reconocimiento ocasional de algunos ciudadanos y por la esperanza de ver una Toluca más limpia.
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