Valle de Chalco, Méx.- No hay obstáculos ni pretextos para muchos de ellos. A Silviano le amputaron la pierna hace casi una década y aún con muletas camina desde Valle de Chalco a la Basílica de Guadalupe para agradecer los favores recibidos en el último año.
Este jueves salió de su casa cercana a la Caseta Vieja de la autopista México-Puebla antes de las 8 de la mañana para llegar al recinto mariano de la alcaldía Gustavo A. Madero con un sólo propósito: pedirle por su salud y a cambio de eso prometerá ir el siguiente año a pagar esa manda religiosa.
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Calcula que entre 5 a 6 de la tarde estará en el atrio y luego se persignará ante su patrona, como lo hacía con su esposa antes de que muriera en el 2015.
“Dicen que estoy loco por ir así con muletas a la Villa todos los años, pero yo tengo mucho que agradecerle y mientras pueda lo seguiré haciendo, mi fe por mi virgencita es más fuerte que todo”, relató.
La devoción por la Morenita del Tepeyac no sólo es de los mexicanos, varios migrantes que han llegado a los municipios del oriente de la metrópoli en los últimos años se han contagiado de esa adoración.
Mayte y sus dos hijas llegaron procedentes de Venezuela y se establecieron en Valle de Chalco de donde también salieron este 11 de diciembre y caminan por la autopista como miles de los feligreses de la Virgen.
“Claro que tenemos que agradecer y mucho, llegar a este país con vida y sobrevivir a todo lo que pasamos y seguir adelante es una bendición, por eso vamos a La Villa a darle las gracias en persona”, dijo.
El oriente del Valle de México se convierte en la entrada para los seguidores de la Reina del Tepeyac.
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La autopista México-Puebla se inunda de ese fervor que se transmite en cada uno de los fieles que quieren llegar hasta La Villa para agradecerle o para pedirle algún milagro para su familia, amigo o ser querido y también para todos los habitantes del mundo porque creen que ese manto de La Virgen se puede extender a cualquier lugar.
Miles caminan por calles y avenidas de la metrópoli para no faltar a su cita anual.
Esas vialidades se convierten en ríos humanos de fe, devoción y solidaridad.
La Basílica de Guadalupe es el punto de reunión para ellos, pero para llegar hasta allá tienen que recorrer muchos kilómetros.
La caminata es interminable, algunos apenas pueden dar un paso sobre otro, pero el compromiso que tienen con La Virgen de Guadalupe los motiva a seguir adelante, a no desfallecer a no claudicar.
Otros fieles guadalupanos salieron desde temprana hora de sus hogares y la autopista México-Puebla es la ruta principal a su destino.
Por esa vía van los que le pidieron algún milagro a la Virgen y se dirigen a cumplir la promesa ofrecida de estar en su morada el día en el que es honrada por sus devotos creyentes.
La mayoría acude a cumplir una manda a la Basílica de Guadalupe, pero otros se instalan sobre la autopista México-Puebla para ofrecer comida gratis a los que pasan por ahí.
Vienen de muchas comunidades de Puebla y luego se les unen los de los municipios mexiquenses, como Ixtapaluca, Chalco, Valle de Chalco, Los Reyes La Paz, Chimalhuacán, Chicoloapan y Nezahualcóyotl.
La calzada Ignacio Zaragoza es la prolongación de ese trayecto que los conducirá hasta la alcaldía Gustavo A. Madero, donde se encuentra el recinto guadalupano.
Por los carriles laterales de la vialidad que conecta al centro del país con el suroriente pasan y pasan peregrinos que sólo se detienen para descansar un poco, para tomar agua o a comer un taco que otros guadalupanos les ofrecen para que continúen su marcha.
Agua, comida o fruta reciben en su andar hasta el cerro del Tepeyac, pero también masajes gratuitos que les permita fortalecer esas rodillas, pies o caderas adoloridas por tantos kilómetros que han recorrido ya.
Los adoradores de la Virgen inundan todos los espacios de la calzada Ignacio Zaragoza, intransitable unas horas antes de que le canten a la medianoche las mañanitas a la patrona del pueblo mexicano.
Los automóviles particulares y del transporte público avanzan a vuelta de rueda hasta la zona de bulevar Aeropuerto. El fervor guadalupano ocupa todos los espacios del Valle de México.
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