Metepec, Méx. — En los campos del Estado de México, una planta ancestral florece con fuerza renovada: el nopal. Más allá de su presencia en el escudo nacional y en la gastronomía diaria, esta cactácea se convierte hoy en símbolo de una agricultura sustentable, resiliente y profundamente ligada al conocimiento científico.
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El nopal, resistente por naturaleza y generoso en sus usos, es protagonista de un esfuerzo estatal que mezcla tradición y tecnología. A través del Instituto de Investigación y Capacitación Agropecuaria, Acuícola y Forestal (Icamex), se impulsa su cultivo mediante la entrega de pencas, asesoría técnica y capacitación a productores locales.
Durante este año, municipios como San Felipe del Progreso, Metepec, Toluca y Tejupilco han recibido más de 10 mil pencas para fortalecer sus parcelas. Pero no se trata solo de sembrar por sembrar: en cinco centros de investigación se cultivan variedades seleccionadas —milpa alta, azteca, atlixco y copena— que se adaptan a diferentes climas y métodos agroecológicos, sin necesidad de agroquímicos ni riego intensivo.
José Ángel Rodríguez Segovia, investigador del Icamex, señala que el nopal es una planta tan versátil como modesta, sirve como:
Además, su cultivo ayuda a reducir costos y a conservar el equilibrio ecológico.
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El Estado de México no sólo se compromete con esta planta por razones económicas o ambientales. También lo hace por identidad. Hoy en día, la entidad ocupa el tercer lugar nacional en producción de nopal, y su zona de Teotihuacán destaca en la cosecha de tuna.
Así, en los surcos verdes de un nopal en crecimiento, no solo se siembran pencas:
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