La revolución silenciosa de la inteligencia artificial generativa (IAGen) comienza a transformar la gestión pública. Estas tecnologías están siendo adoptadas por gobiernos para automatizar procesos administrativos, asistir en la programación, analizar grandes bases de datos, mejorar el acceso a información interna y facilitar la interacción con la ciudadanía. Más allá de la eficiencia operativa, la IAGen ya apoya la redacción de discursos y la formulación de políticas públicas.
Uno de los casos más avanzados es el de Estados Unidos, donde OpenAI desarrolló una versión exclusiva y cerrada de ChatGPT para el gobierno federal. Este chatbot tiene como objetivo apoyar la toma de decisiones, aumentar la productividad y ofrecer soluciones a problemas complejos, siempre bajo medidas estrictas de ciberseguridad que evitan compartir datos sensibles a través de internet.
Sam Altman, CEO de OpenAI, explicó que el proyecto es resultado de una colaboración con diversas agencias federales. Lanzado en 2024, este chatbot ha sido adoptado por más de 3,500 dependencias en todos los niveles de gobierno, con más de 90,000 usuarios activos. Según informes preliminares, ha contribuido significativamente a optimizar el trabajo administrativo. Sin embargo, su implementación no está exenta de controversias: algunos funcionarios han manifestado preocupaciones sobre el uso ético y seguro de la IAGen, proponiendo la creación de comités de evaluación especializados antes de adoptar estas tecnologías en áreas sensibles.
Otros países también avanzan en esta dirección. El Reino Unido, a través del Government Digital Service, desarrolla "Humphrey", un asistente conversacional basado en ChatGPT que ayuda a los funcionarios en sus tareas diarias y a mejorar el servicio ciudadano. Canadá trabaja en "CANChat", diseñado para redactar documentos oficiales, generar resúmenes y escribir código. Aunque todavía en fase beta, su adopción se expande en diversas agencias públicas. En Singapur, el chatbot "Pair" ya es utilizado por más de 4,000 funcionarios públicos desde 2023, con resultados positivos. Mientras tanto, China avanza en una estrategia nacional para integrar la IA en el aparato estatal, con inversiones que buscan posicionarla como líder en gobernanza digital, aunque sin una herramienta pública específica como ChatGPT-Gov.
El desarrollo de estos sistemas no está exento de desafíos. Aún se requiere perfeccionar los modelos de lenguaje, establecer regulaciones claras y crear estándares éticos para su uso responsable. Pese a ello, estos primeros pasos marcan el inicio de una transformación profunda en la administración pública global. México debe observar estas experiencias y anticiparse: el momento de diseñar su estrategia nacional de IA gubernamental ha llegado.
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