Cien días de caos urbano en una sola calle revelan la crisis de la planeación municipal en México. La obra en la calle Aztecas de Zinacantepec no sólo paraliza el tráfico, expone cómo la improvisación gubernamental destruye economías locales y evidencia la urgencia de una visión metropolitana integral.

La calle de Aztecas no tenía baches, pero tampoco un drenaje adecuado al número de vecinos que llegaron a vivir en la zona. Así que las autoridades decidieron hacer el bache más grande de todos para meter el drenaje y posteriormente reconstruir la calle con concreto. La excusa ha sido que el trabajo no se ha terminado por las lluvias que han ocurrido.

Esta obra pública deja al descubierto tres problemas principales, falta de conocimiento de la zona, ausencia de planeación y carencia de maquinaria adecuada. El desconocimiento se refleja en no haber calculado el número de vehículos que transitan por la vialidad ni el impacto sobre los comercios locales. Hoy, los negocios de Aztecas enfrentan pérdidas significativas porque sus clientes no logran llegar. Lo que debía impulsar el desarrollo económico ha terminado por hundirlo.

La falta de planeación es igualmente evidente. Una obra de este tipo pudo haberse programado al final de la temporada de lluvias para reducir retrasos. Además, si se hubieran habilitado calles alternas con pavimentación provisional, el tránsito tendría opciones de desahogo. Nada de eso ocurrió: se privilegió la prisa política sobre el sentido común urbano

El tercer problema es técnico. Las empresas contratadas carecen del equipo suficiente para enfrentar un proyecto de esta magnitud. Existen en el mercado máquinas capaces de levantar el asfalto y colocar concreto en cuestión de horas, pero en Aztecas se eligió un camino lento y obsoleto.

Como si no fuera suficiente, la autoridad autorizó en paralelo obras de gas natural en la única avenida que funge como desvío del tráfico. El resultado: una colonia atrapada entre zanjas, carriles reducidos y vecinos desesperados. De nuevo, la improvisación suplanta a la planeación.

En suma, es claro que la obra pública municipal es resultado tanto de las presiones de proveedores y contratistas como de la ocurrencia de una estrategia pensada en los ciudadanos. La “intuición política” ha sustituido al análisis técnico, y la consecuencia es una infraestructura urbana frágil, cara y profundamente impopular.

La calle Aztecas es apenas un síntoma de una enfermedad metropolitana más profunda que ocurre en toda la ciudad: la ausencia de coordinación entre municipios y la subordinación del interés ciudadano a los compromisos políticos.

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