Durante muchos años emprender significaba fabricar algo, ponerle precio y salir a competir. Hoy, eso ya no es suficiente; el mercado sigue cambiando y los datos lo confirman: de acuerdo con el INEGI, más del 60 por ciento del PIB de México ya proviene del sector de servicios, donde se ha concentrado el crecimiento en los últimos años. Además, según la Asociación Mexicana de Venta Online, el comercio electrónico en México supera ya los 600 mil millones de pesos anuales, pero lo más interesante no es el volumen, sino que una parte cada vez mayor de ese dinero se genera por servicios, suscripciones, plataformas y experiencias, no por productos físicos tradicionales. Esto quiere decir algo muy claro: la gente ya no compra solo cosas, compra soluciones, tiempo, tranquilidad y atención.
Las plataformas digitales aceleraron este cambio. Hoy un emprendedor puede abrir un negocio sin local, sin inventarios enormes y sin estructuras pesadas. Un consultor que vende asesoría por videollamada, un taller que agenda servicios por WhatsApp, un restaurante que no solo vende comida sino una experiencia temática, o una empresa que convierte un trámite complicado en algo simple desde una app. El valor ya no está únicamente en lo que vendes, sino también en cómo lo entregas y cómo haces sentir al cliente. Por eso vemos negocios pequeños que crecen rápido, no porque tengan el mejor producto del mercado, sino porque entendieron mejor a su cliente y diseñaron todo en torno a su experiencia.
En el Estado de México esto es especialmente relevante. Somos una de las entidades con mayor población del país, con cercanía inmediata a la Ciudad de México y con millones de personas que todos los días consumen servicios: transporte, comida, educación, salud, entretenimiento, asesoría, mantenimiento, tecnología. Aquí hay una oportunidad enorme para quien quiera emprender, pero también un reto claro: no basta con digitalizarse, no basta con abrir redes sociales ni con subir un catálogo. Digitalizarse implica ordenar procesos, medir resultados, utilizar datos, aplicar inteligencia artificial y profesionalizar el servicio. Muchos negocios fracasan no por falta de clientes, sino por falta de estructura, seguimiento y claridad en su propuesta de valor.
Por eso hoy emprender exige pensar diferente. Es preguntarse: ¿qué problema real estoy resolviendo?, ¿cómo le hago la vida más fácil a alguien?, ¿qué experiencia se lleva mi cliente antes, durante y después de comprarme?, ¿por qué alguien volvería conmigo y no con otro? La economía ya se movió hacia los servicios y las experiencias, y no va a regresar. Quien entienda este cambio a tiempo tendrá una ventaja enorme. Emprender hoy no es vender más barato, es servir mejor, y en ese camino hay espacio para cualquiera que esté dispuesto a hacerlo con seriedad, visión y compromiso.
"No sobrevive el más fuerte ni el más inteligente, sino el que mejor se adapta al cambio."
Charles Darwin
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