Raúl Garrido

Pelusa

CARTAS FUTBOLERAS

Si yo fuera Maradona, nunca me equivocaría. Y vos sabés, ¿cuántas veces te he escrito? No importa la razón, si es para decir que contigo aprendí a leer, bueno, bueno en esos libros que había en casa de México ‘86. Si es por tu último gol en Europa, o en mundiales, ese gol a Grecia que nunca olvidaré y siempre sentiré tan mío. Ya son cinco años y no me lo creo; la pelota no se mancha.

Aún no sé de qué planeta viniste, barrilete cósmico, pero sé en qué planeta la rompiste. Sé que si vivieras, con los jubilados estuvieras y es que mientras otros hacen publicidad y se sientan en la mesa de la derecha, en Miami, tú nunca te escondiste y siempre sacaste la cara por los menos favorecidos. Si vivieras te volverías a morir cuando vieras las políticas, porque públicas ya no son, de Milei.

Es cierto que fuiste o blanco o negro, pero gris nunca. Eso es lo que te distinguió siempre de otros jugadores, tu consciencia y tu solidaridad con los menos favorecidos, por eso te quieren tanto, por eso eres el Diego de la gente. Tu mentalidad fue única, porque no era egoísta, como la del 7 de Portugal, sino colectiva e hiciste creerse crack al jugador más tronco del equipo. Sacaste campeón de Italia y Europa a un equipo sin nombres ni historia, sin rodearte de estrellas.

Te cuento, Diego querido, que en el centro de Toluca había un billar muy famoso, subterráneo, que llevaba por nombre “El Pelusa”. Era una cosa bella, como un pub inglés, ¿te imaginas? Oscuro, para entrar había que bajar las escaleras y ya adentro todo de celeste, de Boca, del Napoli, imágenes tuyas, caricaturas, recortes de periódicos… Billar maradoniano. Como vos, ya no está en este mundo.

Tantas canciones que te hicieron, que te escribieron, que nos hicieron bailar, pensar, reflexionar y hasta llorar. De todas, creo que ninguna nos ha tocado tanto como “La mano de Dios” de Rodrigo. Sí porque narra tu vida desde pequeño, desde tus inicios en Villa Fiorito, en Argentinos Juniors, pero también porque refleja al Diego errante, ese al que la fama le presentó una blanca mujer, de misterioso sabor y prohibido placer.

Fidel Castro inmortalizó aquella frase, tras terminar su discurso cuando fue juzgado por el asalto al Cuartel Moncada, “la historia me absolverá”. Bien puede aplicarte a ti, además de que fuiste un gran amigo de Fidel y de Cuba. Siempre estuviste abajo y a la izquierda, protestaste todas las injusticias, desde tu punto de vista, y nunca te callaste lo que pensabas. Que sea bueno o malo ya es otra discusión.

Si yo fuera Maradona, viviría como él, porque el mundo es una bola, que se vive a flor de piel, como dice Manu Chao. Y es que siempre fuiste así, con un carácter fuerte, un líder, un tipo frontal y sin medias tintas. Ya son cinco años y aún me cuesta aceptar que ya no estás entre nosotros. Siempre serás eterno, Diego.

P.D. Te equivocaste y pagaste, pero la pelota no se manchó, la pelota sigue rodando y mientras lo haga siempre tendremos una oportunidad más.

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