Dicen que cuando el río suena es porque agua lleva. Te escribo con el desagrado que me provocan tus actos y un desazón que no alcanzo a medir con palabras. Los amantes del deporte más hermoso del mundo decimos que en el futbol siempre hay revanchas, pero, de confirmarse tu mala conducta, no habrá una revancha posible, sino un daño irremediable que ni el perdón podrá salvar.
No te voy a decir que admiraba, nunca me gustó tu juego, no eres el tipo de jugadores que me llamen la atención. Y no, no es por ese penal que fallaste en el Mundial de forma tan estúpida, simplemente tu soberbia, la cual no es ajena a los pateapelotas, no va conmigo. En el futbol, como en la vida, siempre hay derrotas, pero tú has causado un trauma que será muy difícil de superar.
Ya decía yo que no eras un tipo cabal, de esos que no traicionan, sino un jugador mezquino. Jugaste en el rival más odiado de las Chivas, de donde saliste y eres el goleador histórico: el Atlas. Anotaste como rojinegro y festejaste los goles, un tipo congruente ni siquiera se vestiría de rojinegro, al menos no imagino al Chicharito en la Academia. En fin, ahora vemos que como persona tampoco hay mucha diferencia.
Seguramente a la afición rojiblanca le duele saber que su ídolo pueda estar vinculado a algo tan despreciable, tan vil y tan cobarde como es la pedofilia. Y no vamos a meter tu fama como futbolista, tus mundiales, tus campeonatos ni tus goles, que tampoco es algo del otro mundo, porque fuiste un jugador medianito, nada de eso importa cuando hablamos de la dignidad de esta pequeña.
De confirmarse tu fechoría, tu bajés, habrías traicionado, nuevamente, a la afición del Rebaño, así como a todos los fanáticos del futbol mexicano, pero sobre todo a los niños y niñas de este país. Esta acusación es brutal, es un balde de agua fría para todos los que siguieron tu carrera, pero también es una bocanada de aire fresco para quien no aguantó más y se libra de tus garras y depravación.
No se trata de fallar un penal en un Mundial, hablamos de destruir la vida de una persona, de arruinar el presente y complicar el futuro de esta personita que no tiene la culpa de tus malas intenciones. Es una mala acción que mancha la vida de esta pequeña para siempre, que provoca el repudio contra tu persona y que terminan con una etapa que debió ser hermosa.
La afición futbolera puede perdonar muchas cosas, incluso la traición dentro del campo de juego, pero nunca la inhumanidad, crueldad y cinismo contra quien es inocente aún y no sabe cómo defenderse, cómo pedir ayuda y denunciar la barbarie. Ojalá la justicia actúe con apego a la ley y no se toque el corazón por lo que fuiste en el terreno de juego. Y aunque ya nada será igual para la víctima, esperemos que caiga todo el peso de la ley sobre la espalda que algún día portó ese número 9.
P.D. Que nunca volvamos a ver un caso de esta naturaleza, ni en el futbol ni en ninguna parte, y que las niñas y los niños tengan una infancia plena y feliz.
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