Hace unos 30 años, por estas fechas, yo era el más feliz del mundo en el sur del Estado de México: Tixca. Las vacaciones no sólo significaban el adiós a los libros por un lapso, sino pasar todo el día en la cancha de fútbol (aunque mi madrina y mi abuelita “siempre” me hablaran para ir a comer) que está frente a la casa de Don Raúl, quizá mi lugar favorito en la infancia.
Aquellos días de primaria me hicieron madurar mucho. Recuerdo cuánto lloré cuando Campos no pudo atajar el penal de Letchkov que nos echó del Mundial de Estados Unidos. Lo mismo en el 98, cuando Bierhoff marcó doblete para eliminarnos, aunque ese lo vi en la escuela y no estaba mi mamá para consolarme, tuve que llorar en el baño. Fue justo ahí, en Francia, donde brilló Cuauhtémoc y, sobre todo, “el Matador” Hernández.
Eran otros tiempos, sin duda. Mientras en el fútbol mexicano se jugaba con seis extranjeros en el interior de la república, y cinco en el entonces Distrito Federal, en Argentina sólo permitían tres. Era una liga fuerte, la mejor del sur sin duda. Primero se fue “el Matador” a Boca Juniors, por su parecido con Caniggia lo apodaron igual: “el Pájaro” Hernández; luego el Beto García Aspe llegó a River Plate. Ambos sin pena ni gloria.
Aún de niño recuerdo que ver la Copa Libertadores era genial, primero porque era muy difícil encontrar los juegos en el satélite Morelos o Solidaridad, segundo por el nivel que tenía. Voltear al sur era ver a grandes figuras y yo me fijaba en los 10: Riquelme, Gallardo, Etcheverri… Todos querían jugar en la liga argentina, primero la rompían y luego cruzaban el charco para jugar en Europa.
Conforme crecía, el mundo se hacía más chico y el fútbol más competitivo en Europa, pero menos atractivo en el sur. Claro que la economía tiene mucho que ver, y es que competir en pesos argentinos con euros es imposible. Todos quisiéramos jugar en el equipo de nuestros amores, pero de pasión y aguante no se vive. Llega un momento en que la comodidad para la familia y la estabilidad es más importante que todo.
Un día el “Kun” Agüero la rompió y dejó Argentina con apenas 17 años; “el Pipa” Higuaín se fue muy joven y Messi ni siquiera debutó en su país. Poco a poco el futbol argentino empezó a brillar más por el color en sus tribunas que por su calidad sobre el césped y los sueldos en sus equipos. Estadios viejos, instalaciones precarias y poca estabilidad marcaron la decadencia de la mejor liga del sur del continente.
Hoy no pudieron retener a Keylor Navas, quien prefiere venir a Pumas, que no es un equipo que se caracterice por tener buenos sueldos y aún así Newell’s no pudo competir. El fichaje del tico exhibe la decadencia futbolística y económica del futbol argentino. El tricampeón de Champions League llega con ilusión y con muchas ganas de poder cerrar su carrera con broche de oro: que así sea.
P.D. Para mí es muy triste lo que pasa en el sur por todo el arraigo y amor que le tengo, ojalá que todo mejore y no, no estoy hablando de futbol.
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