Paulina Escobar

Construir o colapsar: el verdadero reto de México en 2026

Lobo, vaca o caballo

México entra a 2026 con un desafío que ya no podemos postergar: construir con visión o permitir que el deterioro urbano, económico e inmobiliario avance hasta volverse irreversible. El crecimiento urbano, la llegada de nuevas industrias, el nearshoring, la presión demográfica y la demanda de vivienda han acelerado el reloj.

No es un dramatismo; los datos recientes lo confirman.

El sector de la construcción, ese motor silencioso que sostiene a más de 60 ramas productivas, vivió este 2025 uno de sus años más críticos. El valor de la producción cayó hasta 19.2 por ciento anual en enero, y para septiembre el sector acumulaba 17 meses consecutivos de caídas. Cada punto perdido no sólo es una cifra más, se traduce en pérdida de empleos, inversiones, créditos, desarrollos frenados y ciudades que se quedan a la deriva del tiempo.

Newsletter
Recibe en tu correo las noticias más destacadas para viajar, trabajar y vivir en EU

Durante décadas, crecimos sin estrategia. Las ciudades se extendieron sin planeación, los servicios se saturaron y la movilidad se volvió un problema cotidiano. No colapsamos de un día para otro, pero cada ausencia de decisión nos acercó un poco más al límite en el que hoy vivimos. En varios municipios los efectos están frente a nosotros: vivienda inaccesible para jóvenes, desarrollos improvisados, vialidades insuficientes, drenajes rebasados, agua

insuficiente, espacios públicos que no alcanzan para sostener la vida comunitaria. Cuando la construcción se detiene, también se detiene el dinamismo inmobiliario, la inversión en vivienda, la absorción de espacios comerciales e industriales y, en consecuencia, la generación de patrimonio para miles de familias.

El nearshoring llegó como una oportunidad histórica, pero también como un espejo. Nos recordó que no basta con atraer inversión: hay que estar preparados para recibirla. Y entonces surgen las preguntas... ¿Tenemos ciudades capaces de soportar el crecimiento industrial? ¿Infraestructura suficiente? ¿Vivienda digna y bien ubicada para los trabajadores? La respuesta podrá parecer incómoda, pero necesaria: no del todo. Y si no corregimos el rumbo, el rezago será más costoso que la inversión que nos negamos a hacer.

Aquí es donde aparece la transversalidad natural entre construcción e industria inmobiliaria. No son sectores separados: son dos mitades del mismo engranaje. El sector inmobiliario depende de la calidad y oportunidad de la construcción, y la construcción depende de la demanda, inversión y visión urbana del sector inmobiliario. Lo que pase en uno repercute directamente en el otro.

Un proyecto inmobiliario sin buena construcción es un riesgo; una obra sin estrategia inmobiliaria es un gasto sin retorno. Ambos sectores se vinculan en tres ejes principales:

1.La Vivienda.

Cada metro cuadrado construido define acceso, precio, movilidad y calidad de vida. La falta de oferta bien ubicada presiona los costos, expulsa población hacia las periferias y deteriora el tejido social. La vivienda mal planeada se convierte en un costo urbano permanente.

  1. La ciudad.

El sector inmobiliario impulsa la ocupación de suelo; la construcción ejecuta esa visión. Si la planeación falla, fallan ambos.

  1. La Economía.

Mientras la construcción impacta directamente al PIB, el sector inmobiliario impacta al patrimonio familiar y a la inversión de largo plazo. Cuando la construcción se desacelera, la entrega de nuevos desarrollos baja, la renta y venta se encarecen, y el acceso a patrimonio se vuelve más difícil.

El desarrollo inmobiliario tiene la responsabilidad de crear comunidades vivas, y la construcción debe ejecutarlas con calidad y con rapidez razonable. Si uno de los dos falla, la oportunidad se diluye.

El reto para 2026 está claro:

Construir con propósito, con calidad y con visión inmobiliaria.

México necesita un nuevo modelo de construcción: uno que entienda que edificar con propósito es tan importante

como edificar con técnica. Que priorice la calidad sobre la velocidad, la planeación sobre la improvisación, la ciudad sobre el terreno, la comunidad sobre el negocio inmediato. Construir o colapsar no es una frase dramática; es la realidad que tenemos enfrente. México tiene la oportunidad de convertirse en un referente de desarrollo inteligente en Latinoamérica, pero eso requiere valentía para planear, para regular, para innovar y para trabajar juntos, sector público, iniciativa privada y sociedad hacia un modelo de ciudad que sostenga la vida, no que la complique.

Construir o colapsar.

El futuro es una obra en proceso. O lo edificamos juntos o las próximas décadas pagarán las consecuencias.

Síguenos en nuestras redes sociales:

Instagram: , Facebook: y X:

Te recomendamos