La resiliencia comunitaria ante desastres naturales es un concepto clave en un contexto marcado cada vez más por el cambio climático. A medida que fenómenos naturales como incendios, huracanes, inundaciones y sequías son más frecuentes e intensos, la capacidad de las comunidades para adaptarse, resistir y recuperarse ante este tipo de siniestros se convierte en un factor clave en el diseño de políticas por parte de los gobiernos.

México tiene una historia valiosa al respecto. Desde los sismos de 1985, la participación espontánea de la sociedad mexicana fue fundamental en la búsqueda y rescate de víctimas, así como en la organización mostrada a través de la creación de grupos de personas para ofrecer ayuda de diversa índole. Múltiples estudios muestran cómo este sismo fue detonante de un cambio no solamente en la cultura de protección civil en nuestro país, sino que también comenzó a cimbrar el sistema político mexicano.

Desde hace tiempo, organizaciones internacionales como ONU-Hábitat hicieron un llamado a incrementar la resiliencia de las ciudades a los impactos naturales y los desastres provocados por humanos; en particular, respecto a los gobiernos locales por ser los más cercanos a los ciudadanos.

Ante la evidencia científica de que los desastres naturales serán cada vez más frecuentes en todo el mundo, el papel de la participación social adquiere una importancia toral para estar mejor preparados para afrontar esta realidad. Se trata de que, junto con los gobiernos y otros sectores de la sociedad, como la academia y los empresarios, se fortalezcan las capacidades para hacer que las personas estén mejor preparadas ante este tipo de eventos que se han magnificado en intensidad.

Este tipo de políticas de mediano y largo plazo no deben dejar de lado otros aspectos en los que el pueblo de México ha mostrado ser particularmente poderoso. Me refiero a las redes de apoyo comunitario que se expresan en valores como la solidaridad, la empatía y el apoyo mutuo en tiempos de necesidad.

Ante los eventos desafortunados en cinco entidades del país derivados por las intensas lluvias, el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum ha encabezado una estrategia de coordinación interinstitucional a nivel federal y entre los tres órdenes de gobierno. Su presencia en distintos puntos siniestrados en Veracruz, Hidalgo, Puebla, Querétaro y San Luis Potosí ha sido bien recibido por parte de la población, pues es un mensaje contundente de que toda la fuerza del Estado tiene como prioridad el rescate y recuperación de las personas afectadas.

Ante este escenario, como ciudadanía tenemos la oportunidad de ayudar en tiempos de necesidad. Ya lo hemos hecho en otros momentos como parte de nuestra identidad cultural y como un componente que nos hermana como mexicanas y mexicanos, más allá de preferencias políticas o diferencias de cualquier índole.

La gobernadora del Estado de México, maestra Delfina Gómez, lidera una campaña para sumar esfuerzos y enviar ayuda a las familias afectadas por las inundaciones. Hasta el 19 de octubre, el gobierno del Estado de México informó el envío de 15 toneladas de ayuda humanitaria y víveres al estado de Hidalgo, además de un equipo especializado conformado por 235 elementos de seguridad y apoyo de la Secretaría de Seguridad del Estado de México.

La población mexiquense que desee seguir donando puede hacerlo en cuatro Centros de Acopio ubicados en Palacio de Gobierno, en Toluca; DIFEM, en Toluca; Protección Civil del Estado de México, en Valle de Chalco; así como en el Parque de Orizaba, en Naucalpan.

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