Queridas mujeres alquimistas:
Hemos hablado de nuestras voces, de nuestros cuerpos, de nuestras historias…
Hoy hablemos de nuestros derechos económicos, esos que muchas veces han sido invisibilizados o negociados como si fueran privilegios y no garantías.
Porque sí, la igualdad también se mide en el bolsillo.
¿Cómo podemos hablar de libertad si no tenemos acceso a un trabajo digno?
¿Cómo podemos hablar de autonomía si no podemos decidir sobre nuestro dinero?
¿Cómo podemos hablar de justicia si se nos sigue pagando menos, exigiendo más y reconociendo menos?
Históricamente, a las mujeres se nos educó para depender: del esposo, del padre, del gobierno, de quien tuviera poder económico. Pero eso está cambiando.
Hoy, las mujeres estamos reclamando un lugar justo en la economía.
Y no solo para participar, sino para liderar.
Tener un empleo formal, emprender un negocio, acceder a un crédito, ser dueñas de tierra o vivienda, tener seguridad social, decidir en qué y cómo gastar: todo eso son derechos, no favores.
Y cuando se nos niega cualquiera de ellos, se nos está arrebatando una parte de nuestra dignidad.
En México, según cifras del INEGI, más del 50% de las mujeres económicamente activas están en la informalidad, sin prestaciones, sin acceso a guarderías, sin seguridad social.
Y aún ganando menos que los hombres por hacer el mismo trabajo.
¿Dónde está la justicia ahí?
Además, muchas emprendedoras enfrentan enormes barreras:
No hay créditos con perspectiva de género.
No hay políticas fiscales pensadas para negocios pequeños dirigidos por mujeres.
Y la triple jornada —trabajo, casa y cuidados— sigue recayendo sobre nuestros hombros.
Pero no por eso hemos parado.
Estamos emprendiendo, invirtiendo, aprendiendo, liderando.
Nos estamos organizando para no solo participar de la economía, sino transformarla.
Porque el sistema económico actual no fue diseñado para nosotras.
Y por eso, nosotras estamos diseñando nuevas formas de prosperar: con justicia, con comunidad, con sororidad.
Queridas alquimistas:
Cuando una mujer es dueña de su dinero, es también dueña de sus decisiones.
Puede decir “no”. Puede elegir dónde vivir, cómo criar, con quién estar, a qué proyectos decir sí o no.
Nuestra lucha también es por el derecho a prosperar sin culpa, a tener abundancia sin pedir permiso.
Porque el dinero no es solo riqueza: es también herramienta, autonomía, protección, posibilidad.
Y si todavía dudas de tu poder económico, recuerda:
Cada peso que generas, cada producto que vendes, cada contrato que firmas, cada salario que exiges, es un acto político y transformador.
Nosotras no queremos caridad.
Queremos igualdad, justicia y oportunidades.
Y estamos listas para seguir construyendo una economía donde la dignidad no se negocie, se garantice.
“Una mujer con derechos económicos reconocidos, es una mujer que camina libre y firme hacia su propio destino.”