Cada 1 de agosto, conmemoramos el Día Internacional de la Lactancia Materna, una fecha respaldada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) para visibilizar la importancia de amamantar como un acto fundamental para la salud, la nutrición y el bienestar de la niñez en sus primeros mil días de vida.

Amamantar no es sólo una decisión personal: es un derecho humano. Es parte del derecho a la salud, a una alimentación adecuada y al desarrollo pleno, tanto para la madre como para el recién nacido. Pero como toda alquimia, esta práctica ancestral también implica transformar lo cotidiano en sagrado: el cuerpo materno en sostén, el pecho en medicina, el tiempo en vínculo y el amor en alimento.

La lactancia materna es la primera revolución pacífica. Es un acto político en un mundo donde el mercado ha medicalizado, industrializado y mercantilizado hasta el más íntimo de los vínculos humanos: alimentar desde el pecho.

Por ello, este día también es una invitación a reconocer y dignificar a las mujeres “lactivistas”: madres, defensoras, doulas, promotoras comunitarias, parteras y activistas que alzan la voz por otras que han sido silenciadas o desplazadas de esta elección.

Una mujer lactivista no sólo alimenta: informa, acompaña, denuncia, exige políticas públicas y construye redes de apoyo. Comprende que la lactancia no puede ser tarea solitaria. Que requiere sistemas que la sostengan: desde licencias dignas, espacios para amamantar, servicios de salud sensibles y libres de violencia obstétrica, hasta una sociedad que reconozca que amamantar no es indecencia, sino una acción vital.

La Semana Mundial de la Lactancia Materna —celebrada del 1 al 7 de agosto— este año nos invita a “Priorizar la lactancia materna construyendo sistemas de apoyo sostenible”. No se trata sólo de fomentar la lactancia, sino de remover las barreras estructurales que la dificultan: jornadas laborales inhumanas, desinformación, violencia institucional y falta de acompañamiento.

Como mujeres, como madres, como red, debemos abrazar la lactancia no desde la imposición, sino desde la libertad y la justicia. Cada cuerpo tiene una historia, y cada decisión merece respeto. La verdadera alquimia femenina nace cuando reconocemos que nutrir es amar, que maternar es resistir y que lactar, en libertad, es un acto de soberanía sobre nuestros cuerpos.

Hoy más que nunca, celebremos y defendamos la lactancia materna como un derecho, como un legado ancestral y como una herramienta poderosa para la transformación y salud. Porque cada gota de leche materna es el primer acto de amar.

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