En México, ser mujer es un acto de resistencia. Cada día, en algún rincón del país, una madre, una hija o una niña desaparece o es asesinada. No es una cifra más: es una herida que se abre en la historia, una voz que el miedo intenta apagar. Y sin embargo, seguimos aquí, vivas, fuertes, levantando el nombre de cada una de ellas.
El feminicidio no surge de la nada. Empieza cuando se enseña a callar, cuando se minimiza la violencia, cuando se justifica al agresor y se culpa a la víctima. Empieza en las bromas machistas, en las instituciones sordas, en el sistema que normaliza la desigualdad. Cada silencio cómplice se vuelve una piedra más en el muro de impunidad que nos separa de la justicia.
En el Estado de México, las cifras siguen estremeciendo. De acuerdo con la Secretaría de Seguridad y la Fiscalía estatal, en 2024 se registraron 73 feminicidios, una reducción del 17.9% respecto a 2023, cuando hubo 89 casos. Aun así, el Estado de México continúa entre los primeros lugares del país en asesinatos de mujeres. Entre 2017 y 2025, se han documentado 913 feminicidios, de los cuales 820 fueron judicializados y 598 obtuvieron sentencia condenatoria. Cada una de esas vidas representa un hogar roto y una sociedad que sigue fallando.
Pero no son sólo números: son sueños, proyectos, risas, hijas, amigas. Son mujeres que confiaron, que denunciaron, que esperaron ser escuchadas. Cada caso refleja lo que este país aún no ha querido cambiar: una cultura que normaliza la violencia y un sistema que reacciona tarde.
Nosotras, las que aún estamos, no podemos permitir que el dolor se vuelva costumbre. Tenemos la responsabilidad de seguir gritando, escribiendo, marchando. Porque cuando una mujer alza la voz, todas avanzamos un paso. Y porque el silencio ya no nos protege, nos entierra.
El feminicidio no se erradica solo con leyes: se erradica con prevención, con educación, y empatía.
¿Qué podemos hacer para prevenirlo?
• Educar desde la raíz: enseñar a niñas y niños el valor del respeto, la igualdad y el consentimiento. La prevención comienza en casa y en las escuelas.
• Denunciar sin miedo: si una mujer está en riesgo, puede llamar al 911, o a la Línea Sin Violencia 800-108-4053. La denuncia temprana puede salvar una vida.
• Buscar redes de apoyo: acercarse a colectivas, refugios o instituciones locales. No estás sola, y pedir ayuda es un acto de valentía.
• Acompañar, no juzgar: cuando una mujer comparte su historia, lo que necesita es respaldo, no cuestionamiento. Creerle a una mujer puede marcar la diferencia.
• Exigir justicia y rendición de cuentas: como sociedad, debemos vigilar y presionar para que las autoridades actúen con perspectiva de género y sin impunidad.
Que cada nombre pronunciado sea un acto de memoria.
Que cada lágrima se transforme en exigencia.
Que cada vida arrebatada se vuelva semilla de cambio.
Porque ser mujer no debería doler.
Debería ser una celebración, un canto libre, un derecho a existir sin miedo.
Y hasta que eso sea verdad, no dejaremos de luchar.
Hasta que ser mujer no duela.
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