Queridas mujeres alquimistas:
Hoy queremos hablar de una fuerza silenciosa que está cambiando comunidades desde abajo, con creatividad, conciencia y propósito: el emprendimiento social.
Porque no todos los negocios nacen solo para generar ganancias. Algunos nacen del dolor, de la esperanza, del deseo de resolver un problema que afecta a muchas. Y cuando es una mujer quien decide emprender no solo para vivir mejor, sino para que su comunidad también viva mejor, estamos frente a una emprendedora social.
¿Y qué es una emprendedora social?
Es esa mujer que crea una solución con impacto.
Que detecta una necesidad real —educación, salud, reciclaje, violencia, pobreza, falta de acceso a tecnología, discriminación— y diseña una respuesta desde su talento, desde su oficio, desde su historia.
Una emprendedora social no solo busca utilidad económica. Busca utilidad social.
No mide su éxito solo en ingresos, sino en personas beneficiadas, en cambios generados, en vidas tocadas.
En el Estado de México, tenemos muchas sin saber que lo son.
La mujer que pone una cooperativa de alimentos con otras madres solteras.
La joven que da talleres de habilidades digitales a niñas de zonas rurales.
La emprendedora que crea productos naturales mientras capacita a otras para salir de la violencia.
La líder que rescata saberes ancestrales y los convierte en un modelo sustentable para su comunidad.
Todas ellas están haciendo alquimia: convirtiendo un problema en una oportunidad de impacto.
El emprendimiento social no es nuevo, pero está tomando fuerza. Porque hoy más que nunca entendemos que los negocios pueden y deben tener conciencia.
Que no se trata solo de crecer, sino de crecer con sentido.
Y eso, las mujeres lo sabemos hacer muy bien.
Sin embargo, el camino no siempre es fácil. Muchas emprendedoras sociales enfrentan retos dobles: poca visibilidad, falta de financiamiento, resistencia institucional, desconfianza. A veces, ni siquiera saben que su modelo es valioso, escalable, transformador.
Por eso es urgente impulsar este tipo de liderazgo. Crear incubadoras sociales, fondos con enfoque de impacto, espacios de mentoría entre mujeres, ferias de consumo responsable, redes donde compartir saberes y aliados que apuesten por los negocios con alma.
Queridas alquimistas, si tu emprendimiento nace del deseo de sanar, de educar, de cuidar, de transformar, ya eres una emprendedora social.
Y eso no solo es válido: es urgente.
El mundo necesita más mujeres como tú, que no separen la prosperidad del bienestar común. Que demuestren que es posible hacer empresa con justicia, con equidad, con propósito.
Porque el emprendimiento puede ser rentable.
Pero también puede ser reparador.
Puede ser político.
Puede ser un acto de amor colectivo.
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