El 4 de febrero, al poner en marcha el programa “Bachillerato para todos y para todas”, en Palacio Nacional, ante rectores de todo el país e invitados como la gobernadora Delfina Gómez, la presidenta Claudia Sheinbaum expresó que ya hacía falta una rectora. El eco de ese mensaje retumbó en la Universidad Autónoma del Estado de México, la UAEMéx, con el relevo más cercano. El rector se puso el saco, uno que sobrepasó su talla y lo hizo tropezar una y otra vez consigo mismo.
El problema no fue complacer las palabras presidenciales, sino la torpeza con que se condujo el proceso que hoy tiene a la máxima casa de estudios mexiquense en una grave crisis institucional.
Lo que debía ser un relevo acorde a los nuevos tiempos, dando paso a la equidad de género en la universidad más importante después de la UNAM, derivó en un movimiento estudiantil sin precedentes, que reveló tintes autoritarios, un alarmante distanciamiento entre autoridades y comunidad universitaria, y una impericia total.
Cierto es y toda la comunidad universitaria lo sabe, el rector en turno siempre busca posicionar a su sucesor; se sabe también de la influencia moral si se le quiere llamar, del gobernador en turno, que en esta ocasión parece en silencio, respetando al máximo la autonomía o viendo caer las viejas formas, eso nadie lo sabe.
Un relevo universitario también es político y aquí no se hizo o se hizo mal. No se consideraron los nuevos tiempos y se actuó a la manera de regímenes del pasado. Y no es que antes estuviera mal, es que ahora es diferente.
Las renuncias de Eréndira Fierro como candidata, el 10 de mayo, y la del rector ayer, a unas horas de que concluyera oficialmente su gestión, sustentadas en aportar a la solución del conflicto, son al mismo tiempo una declaración velada de los errores cometidos.
Una pifia tras otra y el paro en una veintena de espacios universitarios son la cara de una cara herencia institucional que deja Eduardo Barrera.
En su carta de renuncia afirmó que deja “una universidad financieramente sólida y a la UAEMéx reconocida como la mejor universidad pública estatal del país”. Y tiene razón. Ha sido reconocida por su excelencia académica; es la mejor universidad pública estatal de México y ocupa el quinto lugar nacional en el ranking de Times Higher Education. Ojalá que estos logros no se empañen por la crisis.
Para preservar su prestigio, la UAEMéx necesita que el rector o rectora interino sea alguien con capacidad de diálogo con la comunidad universitaria. Debe instalarse una mesa de diálogo vinculante, con presencia de observadores externos, que garantice condiciones de confianza para levantar el paro.
Y es imperativo que el Consejo Universitario tome decisiones que vayan más allá del formalismo, que anule el proceso viciado y lance una nueva convocatoria incluyente, con garantías reales de participación.
Si se actúa con visión y responsabilidad, la UAEMéx no solo podrá superar esta crisis, sino emerger como una universidad verdaderamente democrática, capaz de educar con el ejemplo.
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