Los dioses se reunieron en Teotihuacán para dar inicio al quinto sol. Nanahuatzin y Tecuciztécatl se lanzaron a una hoguera para convertirse en el Sol y la Luna, respectivamente. Pero faltaba el movimiento de los astros; los dioses debían sacrificarse para ello, pero uno, Xólot, el dios perro, del fuego y el relámpago, patrón de los brujos, hermano de Quetzalcóatl se negó y huyó del lugar.
Con sus poderes se convirtió en guajolote, maguey, perro, maíz, y siempre fue descubierto por Ehécatl, el dios del viento, que andaba en su persecución. Por eso decidió arrojarse al lago, donde se convirtió en ajolote.
Aún así fue capturado y llevado de regreso a Teotihuacán, donde su sangre dio movimiento y cerró el ritual para crear el mundo en el que hoy vivimos, no sin antes dejar su huella en esos anfibios que crecen en estado larvario sin metamorfosis como las salamandras, capaces de regenerarse de las mutilaciones, como si vivieran una eterna juventud.
Así se cuenta el origen de esta maravillosa y única especie endémica del Valle de México y aunque se le asocia más a Xochimilco, por haber sido sus canales donde proliferaba, si nos apegamos al mito, su origen es mexiquense, como el surgimiento de la misma humanidad prehispánica.
Bien pudiera ser este animal la imagen de la entidad, aunque el gobierno optó por un colibrí, que no tiene algún signo de identidad sino más bien como símbolo de paz, tenacidad y renovación. Respetable cuestión de enfoques.
Pero más allá del mito y de lo que pudiera ser, la realidad nos coloca en un momento importante para su preservación ante el latente peligro de extinción, a causa de la propia extinción de espacios acuosos en el Valle de México, contaminación de los existentes y el calentamiento global.
Por eso, cuando en noviembre de 2022 fue inaugurado un ajolotario como principal atractivo de la remodelación del Parque Estatal Sierra Morelos, se abría una esperanza de poner al Estado de México a la vanguardia en la protección de la especie.
Pero dicho espacio está cerrado desde febrero y no se sabe nada de sus inquilinos tan apreciados en los nuevos billetes de 50 pesos. Se dice que la causa es una supuesta fuga de agua que inundó los pasillos. Nada descabellado de creer si se fue uno de los visitantes durante el poco más de un año que estuvo en servicio.
Fue construido al centro de un humedal, tratando de recrear el espacio vital del ajolote. Tuve la oportunidad de estar ahí un mes después de su inauguración y los vidrios a través de los cuales se debía ver al interior del espacio de agua estaban totalmente sucios, no había señalética y los acabados del piso y muros dejaban mucho que desear.
Ojalá se aclare qué pasó con los ajolotes, es lo importante. Y que el espacio se pueda recuperar para apreciar, cuidar, preservar y reproducir a estos seres mexiquenses por mitología.
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