El 16 de septiembre de 1850 marcó el inicio de una nueva era en México, ese día se puso en marcha el primer tramo ferroviario del país, que unía a Veracruz con El Molino.

Aquel acontecimiento no solo conectó dos puntos en el mapa: abrió una vía al progreso, a la modernidad y a un nuevo modelo económico que transformó la vida de millones.

Años más tarde, bajo la visión de Porfirio Díaz, el ferrocarril se consolidó como columna vertebral del México moderno, hoy, con más de 28 mil carros de carga y ambiciosos proyectos turísticos y de pasajeros, la red ferroviaria vuelve a ser protagonista de una nueva narrativa de desarrollo.

El actual Gobierno Federal ha retomado esa apuesta por la conectividad con siete grandes rutas de tren de pasajeros que prometen detonar movilidad, inversión y actividad económica, en la capital mexiquense ya hemos sentido los beneficios de este impulso con El Insurgente, una muestra tangible de lo que puede lograrse cuando la infraestructura se pone al servicio de la gente.

Uno de los proyectos más esperados es el Tren México–Querétaro, que reducirá el viaje entre ambas capitales a apenas dos horas y cruzará además el estado de Hidalgo, pero más allá de su trazo técnico, este tren puede ser una auténtica palanca de desarrollo regional, si se toman las decisiones correctas.

Ahí entra en escena Polotitlán, en la puerta norte del Estado de México, pequeño en población, grande en tradición y en potencial, parte de la cuenca lechera del estado y pieza clave del corredor centro del país. Este municipio ha levantado la voz, a través de su presidenta, Teresita Sánchez, para pedir que una de las estaciones del tren se ubique en su territorio.

Y tiene razón, la propuesta no es sólo justa, es estratégica; una estación en Polotitlán conectaría cuatro entidades (Ciudad de México, Estado de México, Hidalgo y Querétaro) y detonaría solo en el Estado de México una región que agrupa a más de 160 mil habitantes.

Una estación del tren México- Querétaro implicaría un cambio de vida para Municipios, como Soyaniquilpan, Acambay, Aculco, El Oro pero además impactaría a Hidalgo en Nopala, Huichapan y Las Maravillas.

Hablamos de oportunidades de negocio, desarrollo industrial, crecimiento comercial y educativo, transporte alimentador y vivienda, en suma, un modelo económico regional que nacería a partir de una sola decisión.

Mientras el país enfrenta una realidad marcada por la violencia, la falta de empleo y la migración interna, apostar por el arraigo y el desarrollo local es una apuesta valiente.

No se trata de un capricho municipal, sino de una estrategia de Estado: generar prosperidad desde dentro.

Hoy México vive en la incertidumbre de los acuerdos externos y las negociaciones de terceros, pero este proyecto no depende de nadie más que de nosotros. Es una oportunidad propia, tangible, que puede marcar el futuro de toda una región.

Por eso, el llamado es claro: a la presidenta Claudia Sheinbaum, a la gobernadora Delfina Gómez y a la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes. Escuchen a Polotitlán, escuchen a una región que no pide dádivas, sino una vía para avanzar.

Hace 175 años, el ferrocarril cambió la historia de México. Hoy, otra estación podría volver a hacerlo.

Nos leemos la siguiente.

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