Martha González

Seguridad…al final del año

Desde la trinchera

Al concluir 2025, el Estado de México llega a la recta final del año con una sensación agridulce en materia de seguridad. Hay números que invitan a ser positivos, sí. Pero también hay calles, colonias y conversaciones cotidianas que recuerdan que el problema está lejos de ser resuelto. La estadística avanza. La intranquilidad camina más rápido que el mensaje de las autoridades.

Los indicadores oficiales marcan una tendencia clara a la baja en delitos de alto impacto. Es un dato que no puede minimizarse. Sin embargo, la verdad es que esa mejora no siempre se traduce en una sensación de calma inmediata. Para muchas familias mexiquenses, salir temprano a trabajar o regresar de noche sigue implicando precaución, miradas alertas y un nudo en el estómago.

En términos duros, 2025 deja una reducción significativa en homicidios dolosos. Durante los primeros meses del año, este delito cayó hasta 31 por ciento en comparación con 2024, alcanzando su nivel más bajo en casi una década. Y es que la tendencia se sostuvo: de septiembre de 2024 a julio de 2025, el promedio diario descendió hasta 45 por ciento. Un dato que, en papel, coloca al Estado de México en una posición mucho más favorable frente al resto del país, según los datos oficiales.

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Estos resultados no son casualidad. Responden a una estrategia de seguridad basada en coordinación, presencia territorial e inteligencia, impulsada desde la Mesa de Coordinación para la Construcción de la Paz. Operativos como Enjambre, Atarraya o Bastión no solo tienen nombres llamativos; representan golpes quirúrgicos a estructuras criminales específicas. Además, la articulación entre autoridades municipales, estatales y federales ha permitido disminuir otros delitos que golpean directamente el ánimo social: el robo de vehículos, el secuestro y la extorsión.

Pero 2025 también ha dejado escenas difíciles de ignorar. Balaceras en zonas urbanas, ataques focalizados, hechos violentos que irrumpen sin aviso y rompen la rutina, no se detienen las violaciones. Lo peor, no solo en municipios conurbados, donde la percepción de inseguridad sigue instalada como un ruido de fondo permanente, sino también en regiones que antes eran consideradas seguras. Estos episodios, más allá de la cifra, pesan. Se comentan en la fila del transporte, en la tienda de la esquina, en casa.

Además, aunque los delitos bajen, el miedo no siempre se va al mismo ritmo. Donde los datos celebran descensos, muchas personas siguen sintiendo que el crimen organizado marca horarios, rutas y decisiones. Es un temor silencioso, difícil de medir, pero profundamente real.

Así, el Estado de México cierra 2025 con una realidad doble. De un lado, avances concretos que muestran que la estrategia funciona. Del otro, pendientes que exigen más que operativos: justicia cercana, prevención social y atención a las causas que alimentan la violencia.

Porque sí, las cifras importan. Pero el verdadero reto es que esas cifras se transformen, poco a poco, en tranquilidad tangible. En hogares donde se duerma mejor. En calles donde caminar deje de ser un acto de valentía cotidiana.

La última trinchera

Felices fiestas les desea su servidora desde este espacio. Que esta sea una época de paz y alegría para todos los mexiquenses, que ya merecen tranquilidad.

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