El segundo informe de gobierno de Delfina Gómez en el Estado de México llega en un contexto de alta expectativa y, al mismo tiempo, demuestra las fallas a la hora de comunicar los resultados.
A diferencia de otros informes que suelen acompañarse de largas campañas de difusión, cifras comparativas y datos específicos, esta vez solo hubo una semana apresurada de promoción, con mensajes generales que repitieron lugares comunes sobre seguridad e infraestructura, pero sin respaldo en ejemplos concretos ni indicadores claros que permitieran al ciudadano valorar avances reales. Ni siquiera en materia de cuidado y protección animal, que es importante para la gobernadora.
El mensaje, en apariencia, buscó más la forma que el fondo. Se habló de logros en seguridad, aunque el fenómeno delictivo sigue siendo una de las principales preocupaciones de los mexiquenses.
Se resaltaron obras y mejoras en infraestructura, pero sin señalar con precisión qué proyectos se han concluido, en qué regiones o cuál es su impacto social.
Esta falta de datos duros no sólo resta credibilidad, también genera la sensación de que el gobierno confía en discursos vagos para sostener la narrativa de avance y mejoría.
Al mismo tiempo, el informe ocurre bajo la sombra de cambios en el gabinete. Las versiones sobre ajustes inminentes circulan con insistencia, sobre todo en áreas de comunicación de diferentes secretarías.
La lectura política es clara: se piensa que el problema ha sido la forma de comunicar y no la ausencia de resultados contundentes.
Como si todo se redujera a encontrar la estrategia correcta para transmitir un mensaje atractivo, lo cual en parte es cierto, pero en realidad lo que está en juego es la capacidad de demostrar con hechos palpables que el rumbo del Estado de México se está transformando.
La trascendencia política de este informe no radica en lo que se dijo, sino en lo que no se dijo. En un estado que concentra al mayor padrón electoral del país, cada gesto, cada omisión y cada énfasis tienen repercusiones nacionales.
Delfina Gómez tiene la responsabilidad de mostrar que su gobierno no solo depende del respaldo presidencial o del efecto Morena, sino que puede sostenerse en resultados propios, claros y medibles.
Sin embargo, al optar por generalidades y discursos sin sustento, abre la puerta a la duda y a la crítica de que su administración aún no encuentra un sello distintivo, sumido en pugnas internas.
La gobernadora está aún en la primera parte de su gestión, en tiempo de dar un golpe de timón y generar la transformación del Estado de México que se espera del primer gobierno de Morena, para lo que necesita rodearse de un equipo propio que le asegure resultados, le sea leal y de confianza. Es tiempo de hacer ajustes y quedarse con lo mejor.
La última trinchera
Será interesante observar quiénes son los invitados al informe, cómo se acomodan los lugares y quienes se juntan para las fotos.
Todo está cambiando y nada es lo que parece, así que la lectura de los entretelones del festejo serán los que expliquen todo.
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