Para buena parte del Estado de México, el inicio de la temporada de lluvias es el anuncio de desgracias, inundaciones y devastación, un mal cíclico interminable que cada año solo empeora.

No es privativo de un municipio o región, da igual Toluca, San Mateo, Ecatepec, Neza, Tlalnepantla o Chimalhuacán, cada año, las mismas escenas se repiten como una película que nadie pidió volver a ver, casas bajo el agua, autos flotando como botes sin rumbo, familias enteras intentando salvar lo que queda de su hogar, caminos y carreteras inundadas y destruidas.

Lo más frustrante es que esto no es una sorpresa. No es un fenómeno natural incontrolable. Es, en buena parte, el resultado de un abandono sistemático y de costumbres que, aunque parezcan pequeñas, terminan por causar un daño enorme.

Por un lado, están los gobiernos municipales que, a pesar de las advertencias y de los antecedentes, siguen llegando tarde al mantenimiento básico.

Según la Comisión del Agua del Estado de México (CAEM), más del 35% de la infraestructura de drenaje no había sido desazolvado al inicio de la temporada 2024.

Este año, hicieron saber de labores de desazolve en junio, aunque no sabemos en qué municipios ni la extensión. De todos modos, con las lluvias que ya hemos tenido, hubo un desastre.

Y es que, muchas de estas redes ya están al borde del colapso. El Colegio de Ingenieros Civiles del Edomex advierte que el sistema de drenaje tiene una edad promedio de más de 40 años.

En algunas zonas, prácticamente sigue funcionando con tecnología de los años ochenta. No está preparado ni para lluvias moderadas, mucho menos para tormentas como las que nos trae ahora el cambio climático.

Pero no se trata solo de culpar a las autoridades, también está el otro lado de la moneda: la ciudadanía.

El Instituto de Energía y Medio Ambiente (IEME) calcula que cada mexiquense genera 1.2 kilos de basura al día. Y una parte preocupante de esos desechos terminan justo donde no debería: en las calles, en los canales, en las coladeras.

La Secretaría del Medio Ambiente estima que hasta el 60% de las obstrucciones en el drenaje están relacionadas con basura doméstica.

Desde botellas y bolsas, hasta colchones, sillones o electrodomésticos viejos. Sí, aunque parezca increíble, hasta refrigeradores y autos han sacado del drenaje.

Y mientras unos no limpian y otros ensucian, las consecuencias nos pegan a todos. Solo en 2023, se registraron más de 4 mil 800 reportes de casas afectadas por inundaciones. Para muchas familias, eso significó empezar de cero.

La verdad es que esto no debería pasar. Limpiar coladeras, dar mantenimiento al drenaje, recoger la basura son tareas básicas, elementales. Pero cuando se ignoran, el precio se paga caro. Y lo pagamos en forma de patrimonios perdidos, de vialidades intransitables, de enfermedades por aguas negras, de servicios colapsados.

Esto no se soluciona con discursos ni promesas. Hace falta voluntad política, sí. Pero también hace falta responsabilidad social. Invertir en infraestructura hidráulica no es un lujo, es una necesidad urgente. Y dejar de tirar basura en la calle no es solo civismo, es una forma de protegernos entre todos.

Es importante que las autoridades tomen en serio ya este problema y no solo hagan lo suyo, sino que también apliquen sanciones más duras para los ciudadanos que tiren basura, para aplicar programas de separación de desechos y desazolve todo el año.

La última trinchera

Con la gentrificación de una amplia zona de la CDMX, barrios tradicionales como Roma, Condesa, Juárez, Santa María la Ribera, Centro Histórico, San Miguel Chapultepec, últimamente zonas de Iztapalapa o Doctores y sigue creciendo, los capitalinos han sido desplazados de su propia ciudad.

Ya hay consecuencias graves, en especial la discriminación que padecen los citadinos en su propia casa y casos como el de lady Racista y algunas manifestaciones incipientes. Ese problema va a crecer y pronto va a estallar, justo en el corazón del país.

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