Es posible que a disímiles personas les parezca que el voto universal y secreto, como mecanismo para elegir a las autoridades de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx), sea el mejor camino para “democratizarla”. Otras más, sostienen que cuando se instale esa forma de elección, sobrevendrá inmediatamente el acceso universal y gratuito a los estudios de nivel medio superior, de licenciatura y de posgrado.

Conviene hacer visibles un par de nudos. La instauración del voto universal y secreto tiene que transitar previamente por una modificación al corpus jurídico que actualmente tiene la UAEMéx; mismo que deberá ser aprobado —primero, por su propia comunidad, en el seno del Consejo Universitario y, segundo, por la Cámara de Diputados local—. Así sucede en todas las entidades del país que tienen universidad autónoma estatal y con sostenimiento público.

Si tal petición se mantiene inamovible en el pliego petitorio de los paristas, tendría que haber un retorno a las actividades para comenzar a realizar foros de consulta, a efecto de que toda o gran parte de la comunidad universitaria exponga argumentos a favor, en contra o, que se propongan otras formas de elección. En un foro pueden brotar otras ideas, puesto que se cultiva la libertad de pensamiento.

El denominado “voto universal y secreto” debe sustentarse y, tendrían que modificarse diversos procedimientos como la elección de directores(as), consejeros(as) universitarios(as), consejeros académicos y de gobierno en cada espacio educativo; también las formas y los periodos para hacer “campaña” dentro de la institución.

En todas las actividades de la UAEMéx conviven tres sectores: estudiantes, docentes y personal administrativo. El primero, durante tres, cuatro, o un máximo de nueve años, acude transitoriamente a recibir formación para seguir aprendiendo, como un derecho humano claramente ganado y meritorio. Después, la mayoría emigrará para siempre de la institución.

Por lo que toca al segundo y al tercer sector, tenemos un contrato laboral y devengamos un salario por nuestro trabajo; más del 70% hemos acumulado 10 años o más de antigüedad y, seguiremos en ella, quizá por el resto de nuestras vidas.

Si a la hora de votar no se pondera el peso de cada sector, entonces sobrevendría una “involuntaria” dictadura estudiantil, puesto que representan casi el 90% de los votos. Cualquier demócrata se opone a toda forma de absolutismo.

Ahora que pasó la jornada electoral del Poder Judicial, seguramente la LXII Legislatura del Estado de México, desde distintas voces autorizadas, comenzará a decirle a los paristas a cuánto ascenderá el monto presupuestal anual para que la UAEMéx comience a encarar la tan sonada “gratuidad” a los estudios de preparatoria, de licenciatura y de posgrado.

He aquí otro aspecto que requerirá modificación a la Ley, al Estatuto y demás ordenamientos que tiene la institución auriverde. Veremos qué sucede.

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