El pasado 28 de junio, a las 11:00, en la Ciudad de México inició la 47 edición de la marcha del orgullo LGBTIQ+. Fue testigo el “Ángel de la Independencia”. Como se sabe, dicho monolito representa[ba] la Victoria Alada. Ese altar lo mandó construir el presidente de México Porfirio Díaz. La intención era rubricar el centenario de la Independencia de México. ¿Quienes participaron fueron contestarixs, neoporfiristas o postmodernxs? En el futuro responderán.

En esta ocasión, el lema fue: “Diversidad sin fronteras: justicia, resistencia y unidad”. La migración que se registra en todo el orbe ha constituido un eje transversal. México no ha logrado escapar a este embate. Como resultado de la delincuencia organizada, muchas personas están siendo desplazadas. Los migrantes de distintos sitios, pueden no ser heterosexuales; esta condición suele llevarlos a padecer una triple o cuádruple discriminación, debido a su orientación, identidad o prácticas sexuales, mientras caminan hacia su anhelado destino.

Varias entidades del país ni siquiera saben que existe la identidad de género autopercibida. El Estado de México, apenas en 2021, reconoció este derecho. Nuestra entidad tiene una profunda vocación para quedarse a la zaga en asuntos progresistas; en 2014 el Distrito Federal reconoció este derecho. A ver si el/la Diputade Luisa Esmeralda, quien pugna por los Defensa de los Derechos de las Poblaciones LGBTTIQ+, se compromete, junto con la prosecretaria Ana Yurixi Leyva Piñón, a generar estadísticas en torno a estas peticiones, así como a la situación que prima en toda la comunidad en el territorio estatal.

Por otra parte, considero que deberían ser analizados con más cuidado los datos que indican que en gran parte del país y, por extensión, en la sociedad mexiquense, “cada día existe más aceptación de personas de la comunidad LGBTIQ+”. Si se examinan diversas “encuestas”, se podría afirmar que vamos mejor con respecto a la “inclusión”. Se ha dicho que más de la mitad de las personas en México acepta la diversidad sexual. En mi opinión, eso se desmarca de la realidad. Si vemos cómo la gente se burla y hace mofa de aquello que no está inscrito en el mundo heteronormado, la discordancia es pavorosa.

Será que se ha pasado por alto un fenómeno cognitivo-emocional. Se trata de aquello que en psicología se conoce como “sesgo de deseabilidad social”. Nos encanta responder a una pregunta debatible o compleja, para que nuestra “opinión” esté alineada a los cánones socialmente aceptables, aunque no concierna con nuestro punto de vista. En 1957, Edwards Allen, demostró que tendemos a responder para “quedar bien públicamente”, con aquello que resulta aceptable. Falta mucho por andar y por dejar de simular. Consecuentemente, más atención a estos y otros movimientos sociales.

Síguenos en nuestras redes sociales:

Instagram: , Facebook:  y X: 

Google News

TEMAS RELACIONADOS