El pasado 10 de mayo se conmemoró el Día de las Madres. También en países como: El Salvador, Guatemala, Pakistán, Singapur, Arabia Saudita, entre otros más. En más de una treintena de naciones la celebración está convenida en el segundo domingo de mayo.
A pesar de los cambios demográficos y de las nuevas pautas surgidas, desde finales del siglo XX, al establecer una vida en pareja, la representación social que domina en las mentalidades colectivas está ligada a la estampa en la que pervive una mujer no erotizada, que ha procreado y que recibe como tributo el eventual reconocimiento de sus hijos(as).
Los rasgos de aquella madre heterosexual tienen que ver con un “instinto” para la crianza; el decantamiento de un amor incondicional e incombustible hacia su descendencia y, con una vocación sacrificial a toda prueba, capaz de sortear los sinsabores que la vida usualmente le ha propinado.
En ello, las novelas románticas del siglo XVIII en adelante, así como las narrativas incluidas en las revistas de cotilleo, la fotografía, el cine, la radio y la televisión, fueron trabajando hasta congelar esa imagen de la madre sufriente y abnegada, típicamente mexicana e hispanoamericana. En parte, fue esculpida por los papeles que representaron mediáticamente actrices como Sara García, Libertad Lamarque, Marga López y Amparo Rivelles, entre las más connotadas de la “Época de oro del cine mexicano” (1936-1959).
En las últimas décadas, tanto en México como en otros países, los cambios en las estructuras y en las dinámicas familiares han mostrado claras mutaciones. Cada día hay un mayor número de madres que son cabeza de familia (monoparentales). Mujeres con hijos propios y con nuevo cónyuge. Familias en los que cada integrante de la pareja ha contribuido a la familia con uno o dos vástagos procedentes de otra unión. Madres que han procreado con tecnología y que tienen pareja del mismo sexo.
Abuelas a quienes les ha tocado criar a los nietos(as), debido al temprano deceso de la respectiva madre; o porque una de sus hijas parió en la adolescencia, con 15 años o menos. Féminas con o sin descendientes que se han hecho cargo de menores que estuvieron en crianza, con su madre en prisión. Progenitoras con uno o dos descendientes que tuvieron antes de los 25 años y, con menos de medio siglo a cuestas, sus hijos han emigrado del hogar. Mujeres sin descendencia que han criado a uno o más hijos de uno o dos cónyuges sucesivos. Madres arrepentidas que no han podido confesar a nadie esa penitencia. Otro ejemplo: una mezcolanza salpicada con fragmentos de lo aludido.
Como el mundo es más complejo de lo que estamos dispuestos a aceptar o quizá a tolerar, optamos por afianzarnos a un conjunto de arquetipos, como lo diría el psiquiatra y psicólogo suizo, Carl Gustav Jung. Entre esos arquetipos, eclipsando a las demás, se mantiene el de la madre abnegada, dulce y sacrificial.
Síguenos en nuestras redes sociales:
Instagram: @eluniversaledomex, Facebook: El Universal Edomex y X: @Univ_Edomex