Hacia finales de abril, una parte de los auriverdes esperaba que el 14 de mayo los integrantes del H. Consejo Universitario, tras la respectiva votación, notificaran al rector Carlos Eduardo Barrera Díaz, quién había sido electa rectora de la UAEMéx.
Acto seguido, el saliente presidente del Consejo habría tomado la protesta a la emblemática primera mujer que presidiría los próximos cuatro años a dicho consejo. Acontecimiento anhelado en años recientes.
¿En otras elecciones, al menos una parte de la comunidad universitaria había señalado con inconformidad, enojo y frustración que no debería permitirse el arribo de un “candidato oficial” al cargo? Sí.
¿Dicho aspirante, pese a que en su momento le hayan interpelado, llegó a ser rector? También.
¿Alguna facultad o espacio educativo hizo paro o huelga ante este connotado atropello? No.
Incluso, durante la primera década en la historia de la máxima casa de estudios, hubo rectores que se reeligieron: Juan Josafat Pichardo (dos periodos); Jorge Hernández García, Guillermo Ortiz Garduño y Jesús Barrera Legorreta. Excepto el primero, a los demás no les fue bien, pues dimitieron.
Debido a los acontecimientos recientes, acreditados por un embozado paro en más de 25 espacios en la UAEMéx, la dimisión de una aspirante y la renuncia del rector saliente, a poco más de 24 horas de concluir su mandato, es inevitable apuntar lo siguiente:
1. Después de que 19 hombres ocuparon la Rectoría, más un interino (Antonio Huitrón Huitrón) y, un encargado del despacho de la rectoría (Tomás Ruiz Pérez), ninguna reacción con estas dimensiones se había presentado.
2. Sin excepción, todos los “aspirantes oficiales” recibieron el apoyo de la maquinaria extrainstitucional e institucional, para legitimar el arribo a su coreada titularidad.
3. Con apenas dos semanas previas a la elección, tras admitir explícita e implícitamente que quien iba a llegar a la Rectoría era la “aspirante oficial”, nunca se dieron tales reacciones ni en esas dimensiones.
Esta vez, cuando por primera ocasión en la historia institucional seis mujeres aspiraban a dicho cargo, el patriarcado ha mostrado su descontento porque no tiene ninguna posibilidad de pasar el báculo a uno de los suyos, un varón. Es evidente.
¿Es así como el sistema patriarcal uaemita se desentiende, para que aflore su rabiosa misoginia, con tal de decir que, cuando se trata de mujeres, todo se desordena; nada se cumple en tiempo y forma; que todo se torna en un caos?
Resurge esa visión prehistórica que hunde sus raíces en la óptica patriarcal. ¿Dónde ha quedado aquel adagio que rezaba: es tiempo de las mujeres? A las y los universitarios del futuro les queda mucho por andar y por luchar contra esas ingenuidades enrevesadas y secundadas por un paro cómplice y, además, adversario “involuntario” de las mujeres.
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