La semana pasada se cumplieron 40 años desde la fundación de uno de los estudios de animación más conocidos, influyentes y queridos, tanto por los amantes del anime y la cultura japonesa, como por aquellos que, más allá de productores, presupuestos, actores y actrices, disfrutan una buena película, me refiero a Studio Ghibli.

Tras ser fundada en 1985, por Hayao Miyazaki e Isao Takahata, se enfocaron en la animación tradicional (hecha completamente a mano) e historias emotivas, poderosas y profundas que conllevan una fuerte crítica social. Con el pasar de los años y cintas como Mi vecino Totoro, La tumba de las luciérnagas, La princesa Mononoke, Ponyo o El Castillo Ambulante, se forjaron un lugar en la historia del cine.

Hoy me voy a enfocar en “El viaje de Chihiro”, una de mis películas favoritas del estudio. Esta obra maestra del director japonés Hayao Miyazaki, que ahora cumple veinte años de su estreno, se convirtió en un referente y estandarte de Studio Ghibli, además de hacer historia pues en su momento fue el largometraje de anime más exitoso en Japón (años más tarde la desbancaría “Your Name”) se hizo acreedora al Oscar en la categoría de “Mejor Película de Animación” y ganó el Oso de Oro en la 52ª edición del Festival de Berlín; por si fuera poco, en 2016 la BBC la eligió como una de las mejores películas del siglo XXI, quedando en el cuarto lugar de cien, convirtiéndose en la única cinta de animación entre los primeros veinticinco puestos.

Desde aquel lejano 2001 en que fue estrenada en la pantalla grande, muchos de nosotros la hemos visto, disfrutado y vuelto a ver así que, en teoría ya sabemos de qué va, pero, si por alguna razón queda algún despistado lector que aún no haya tenido la oportunidad de verla corran a su plataforma de confianza y denle play.

Álvaro López Martín autor del libro “El viaje de Chihiro. Nada de lo que sucede se olvida jamás…”, publicado por Diábolo Ediciones dice lo siguiente acerca de esta inolvidable cinta: “El viaje de Chihiro es una película cargada de lecturas y sentidos, de crítica y de esperanza (…) habla de nosotros mismos, como personas y como sociedad. De forma crítica pero esperanzadora”.

En “El viaje de Chihiro” nos encontramos con una enorme crítica a la sociedad consumista y a la sociedad moderna que choca contra la cultura tradicional, sin dejar de lado esa mirada ecologista que también hemos visto en otras de las cintas de Ghibli.

No podemos dejar de lado a la protagonista: una niña malcriada y caprichosa (común y corriente, si lo queremos ver así) que es completamente distinta a las otras heroínas de Miyazaki (Nausicaä o Sheeta por mencionar a un par) y que, por azares del destino, descubre un mundo mágico y ancestral habitado por seres fantásticos o propios del folclore japonés, además de dioses que llegan a relajarse en los baños termales donde Chihiro debe trabajar para enfrentarse y sobrevivir a ese mundo de adultos que la trata como a una más.

Aunque han pasado más de veinte años desde su estreno, “El viaje de Chihiro” sigue siendo esa película épica, extraordinaria y bella llena de simbolismos y reflexión, en la que acompañaremos a su protagonista en una historia de autodescubrimiento y amistad. Así que, ¿por qué no acompañar a Chihiro una vez más al balneario de los dioses?

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