Luis Alberto García

Mad Doctor

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“En un rincón de un oscuro laboratorio, líquidos desconocidos borbotean dentro de aparatos misteriosos, difundiendo en el aire humos sospechosos. No muy lejos, máquinas eléctricas, accionadas por paneles de control constelados de pilotos luminosos, interruptores y manómetros, despiden haces de chispas que lentamente iluminan una figura humana trabajando entre cables, instrumentos de latón y viejos libros. Ahora la figura se adelanta, podemos verla mejor. Tiene el cabello revuelto, lleva una bata sucia y gruesos guantes de goma. Hace girar un pomo, levanta un recipiente lleno de una solución verde, luego estalla en una risotada demente que resuena entre las paredes de ladrillo. ¡Es él, es el científico loco!”

Así inicia “El científico loco. Una historia de la investigación en los límites”, un libraco delicioso que firman Luigi Garlaschelli y Alessandra Carrer para Alianza Editorial. En él se encargan de rendir homenaje a una figura conocida que ha formado parte del cine y la literatura, hasta convertirse en un arquetipo de la cultura popular.

Ahora que ha dado inicio la spooky season, que en esta columna amamos hasta la médula, vienen una serie de recomendaciones relacionadas con lo macabro y el terror en todas sus formas y manifestaciones.

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Hoy le damos un repaso al origen del científico loco, caracterizado por su obsesión con la ciencia, su desinterés por las implicaciones éticas, su apariencia desaliñada y su clásica tendencia a trabajar en solitario.

Los orígenes de este estereotipo se remontan a la antigüedad con chamanes, magos y curanderos, cuyos conocimientos y poderes ocultos iban en contra de lo establecido, desafiando a la naturaleza. En la Edad Media encontramos a los alquimistas que, entre ciencia y filosofía, combinaban elementos para conseguir oro. Dicha transmutación buscaba la creación de la materia. (Recordemos aquí al buen José Arcadio Buendía, introducido a esta protociencia por Melquíades, provocándole momentos de obsesión, locura y fracaso en la preciosa novela Cien años de soledad del Gabo).

El cliché tiene sus raíces más fuertes en el siglo XIX, entre el desarrollo científico de la época, con la aparición del Doctor Víctor Frankenstein en la clásica novela de Mary Shelley en 1816. Un personaje que pierde la razón buscando crear vida a través de la muerte. Setenta años después vino el Doctor Jekyll de “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde” de Robert Louis Stevenson, con un médico que se debate entre el genio y la locura. No dejen de ver Hyde and Go Tweet, un corto clásico protagonizado por Silvestre y Piolín, que rinde homenaje a esta novela con un canario que, tras beber la fórmula Hyde, se convierte en un monstruo salvaje e iracundo.

En el cine no podemos dejar de mencionar la obra por excelencia del expresionismo alemán: “El gabinete del Dr. Caligari”, que, en 1920, nos mostró la locura y manipulación del protagonista a través de la hipnosis. Denle play a "Otherside" de los Red Hot Chili Peppers, cuyo video es un ejemplo estético del caligarismo. Acá también debemos incluir a Rotwang, el inventor de “Metrópolis”, chulada ciencia ficcionera de 1927, que va contra natura al crear un robot que replica a su amor perdido.

Mención honorífica para “The Mad Doctor”, de 1933, en el que Mickey Mouse va en busca de Pluto, quien es secuestrado por un doctor loco. El corto, en blanco y negro, sobresale por su animación, con sombras increíbles y un manejo de cámara sobresaliente para su época.

¿Qué científico loco, con bata y cabello ensortijado, recuerdas tú?

IG: @doppelgaenger18 X: @Doppelgaenger18

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