Luis Alberto García

Festín de sangre

En la actualidad hay pocas películas en cartelera que me llaman la atención o que tengo muchas ganas de ver. Una de ellas es Nosferatu del director y guionista Robert Eggers quien se ha convertido en uno de los cineastas consentidos de los amantes del cine por cintas como El faro, El hombre del Norte y La Bruja.

Mención aparte merece esta última que, en realidad, fue su primer largometraje y se estrenó en el 2015 con un enorme éxito, sobre todo entre quienes amamos y disfrutamos por igual el cine de terror. Aún me da escalofríos el siseo en la voz, el tono susurrante y ese brutal y encandilante diálogo persuasivo de Black Philip cuando se revela ante Thomasin en la oscuridad.

Pues bien, Nosferatu de Eggers es una versión que se basa en el clásico de culto Nosferatu: una sinfonía del horror, lanzada en 1922, y dirigida por Friedrich Wilhelm Murnau, que a su vez trató de adaptar el Drácula de Bram Stoker y que, para su mala suerte, no contó con el VoBo de la viuda del escritor, lo que desató una lucha encarnizada que terminó con el cierre de Prana Film, la casa productora encargada de llevar la cinta a la gran pantalla.

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Fue en 1925 que Florence Balcombe, apoderada y viuda de Stoker, fue alertada de esta adaptación de la obra de su finado esposo y decidió emprender una batalla legal que llevó al estudio a pagar una suma bastante jugosa y destruir todos los negativos de la película. Para nuestra buena suerte existían países donde la demanda no tuvo alcance legal, lo que permitió rescatar las copias existentes de esta obra de arte del expresionismo alemán.

Si me permiten un paréntesis, esto me recuerda a la buena suerte que tuvimos como humanidad y claro, la historia de la literatura, cuando Max Brod, amigo de Franz Kafka, se negó a quemar el grueso de su obra tras su muerte.

Regresando al tema de las criaturas de la noche y el Conde Orlok, aprochevemos la coyuntura para disfrutar de otras versiones del vampiro en el cine, como el Drácula de Tod Browning de 1931, con Bela Lugosi y Helen Chandler; Nosferatu de Werner Herzog con su cuasi actor de cabecera, el alemán Klaus Kinski (por cierto, escuchen a la banda Klaus & Kinski, originarios de Murcia y actualmente absuelta, pero cuya carrera tuvo tres discos formidables; especialmente Tu hoguera está ardiendo).

No olvidemos el Drácula de Francis Ford Coppola, de 1992, para disfrutar de la actuación de Tom Waits como Renfield, el sirviente de Conde Drácula. Ya saben que aquí amamos el cine clásico mexicano, así que no omitan en su maratón a El Vampiro, de 1957, con Germán Robles.

¡Que comience el festín de sangre!

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