El tiempo, decía Borges, es la sustancia de la que estoy hecho. En una semana, esta columna cumplirá un año de publicarse semanalmente y, más allá del clásico festejo, pienso en todo ese tiempo perfectamente invertido para comentar y recomendar cosas que, espero, les sean igual de chéveres e interesantes de leer como a mí el escribirlas.

Einstein, mediante la Teoría de la relatividad, nos dejó muy claro que el tiempo es relativo y transcurre de formas distintas para cada uno de nosotros, por lo que siempre se agradece el uso de los relojes y las alarmas para medirlo y expresarlo. El gran poeta Virgilio, en las Geórgicas, incluyó este verso: Sed fugit interea, fugit irreparabile tempus, que se traduce como: pero huye entre tanto, huye irreparablemente el tiempo. Y aunque sabemos que es imposible escapar de él, podemos hacer un pequeño repaso sobre este tema en la literatura.

Una forma increíble de expresar el paso del tiempo se encuentra en Rip Van Winkle, el clásico cuento de Washington Irving, escrito en 1819, donde nuestro protagonista se echa una siestecita de 20 años, despertando en un lugar irreconocible pues, obviamente, el mundo tal y como lo conocía, ha cambiado. Por cierto, este personaje tiene un tributo en la saga de Mario Bros, con un pez que duerme hasta que se le acercan, momento en que despierta y persigue a nuestro personaje. Su nombre es Rip Van Fish.

Otra forma de apreciar el transcurso del tiempo, en dos sentidos distintos, lo descubrimos en el relato “Viaje a la semilla” de Alejo Carpentier. Fue publicado en 1944 y nos sitúa en Cuba, en el siglo XIX. Conforme el relato avanza, asistimos al nacimiento y posterior muerte de Don Marcial, Marqués de Capellanías. Paralelamente, el flujo temporal del relato (que no se los mató, para que lo descubran) es brillante y sorprendente, como pocos cuentos pueden hacerlo. Existe una edición muy bonita en Atalanta donde se incluye este cuento y una noveleta. Si aún no han podido leerlo, no dejen de hacerlo, les va a volar la cabeza, créanme. Obviamente no podemos dejar de mencionar los viajes en el tiempo, temática de ciencia ficción que es basta, muy socorrida y merece una columna aparte. No obstante, hay que recordar “La máquina del tiempo”, grandísima novela de Julio Verne, anticipada a su tiempo y donde aparece el ahora clásico y bien ponderado, artefacto que permite a su creador viajar hacia el futuro. Mientras tanto, yo les agradezco los momentos que invierten en leer esta columna, esperando que nos encontremos entre líneas mucho tiempo más.

Retomando al maestro Borges, quiero cerrar esta columna con un extracto arrebatador y preciso de su ensayo “Nueva refutación del tiempo”, incluido en su libraco “Otras Inquisiciones”, que termina de la siguiente forma: “El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges”.

Que cada uno de nosotros encuentre la mejor forma de usar su tiempo, aprovecharlo y vivirlo.

IG: @doppelgaenger18 X: @Doppelgaenger18

Síguenos en nuestras redes sociales:

Instagram: , Facebook:  y X: 

Google News