Nos encontramos en Toronto, durante una fría noche de mayo de 1953. Un día 15 para ser más exactos. Los amantes del box anticipaban con entusiasmo el combate estelar de la velada: el campeonato mundial de los pesos pesados entre Rocky Marciano y Jersey Joe Walcott en Chicago. Debido a ello, los clubes y bares de la ciudad estaban atestados de entusiastas y parroquianos que esperaban con ansias, altas expectativas y mucha sed la evolución del encuentro.
A la par, en el Massey Hall, se encontraban expectantes cinco músicos que habían sido contratados para ofrecer lo que, a la postre, fue uno de los mejores conciertos de jazz de la historia. La alineación estaba compuesta por Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Bud Powell, Max Roach y Charles Mingus, figuras icónicas y talentosas que, por si fuera poco, fundaron el bebop.
La noche no auguraba nada bueno: solo se habían vendido 700 entradas. Powell estaba completamente alcoholizado y Parker, que no se llevaba nada bien en ese momento con Dizzy, acababa de conseguir un saxofón de plástico, pues había empeñado su instrumento para comprar heroína. Por cierto, ese mítico instrumento era un saxofón de la marca Grafton que fue subastado en 1994 por Christies, a un precio de 93.500 libras esterlinas.
Pero el desastre nunca ocurrió. Los músicos, desde la primera nota, convergieron en una especie de trance, fruto de la inspiración y la creatividad, dando paso a la música, la improvisación y, a la postre, el disco Quintet’s Jazz at Massey Hall gracias a que (¡bendita sea la fortuna!) fue grabado en secreto por Mingus.
La anécdota que se convirtió en leyenda enaltece aún más la figura de Charlie Parker o Bird, como era conocido en el ambiente musical. Un tipo que, más allá de callar a sus demonios y traumas con enormes dosis de drogas y alcohol, transformó el jazz gracias a la improvisación, la modificación de acordes y un fraseo veloz, cuyos dedos se paseaban salvajemente por el instrumento, atacando y soplando de manera implacable. Ese era Parker, un tipo que tocó y vivió vertiginosamente. Pa’ acabar pronto: el mejor saxofonista de la historia.
Se requiere de mucha tinta y bastante tiempo para rememorar la vida y obra de Parker. Por eso, y aprovechando que acaba de ser su cumpleaños, les comparto algunas recomendaciones.
Julio Cortázar, fanático del jazz y trompetista, escribió El perseguidor, un relato que apareció originalmente en 1959, dentro del libro Las armas secretas, y está dedicado al buen Parker. Pueden encontrar una edición bien chula e ilustrada en Libros del Zorro Rojo. Por cierto, ese libro incluye Las babas del Diablo, cuento que fue adaptado al cine por Michelangelo Antonioni con el título de Blow Up.
Vean también Bird de Clint Eastwood, el biopic que protagonizó Forest Whitaker y por el cual obtuvo el premio a Mejor Actor en el Festival de Cannes. Además de asistir a su ascenso y posterior caída, podemos ver la clásica escena del platillo volador que le lanza Jo Jones, baterista de Count Basie, a un joven Charlie que titubeaba con el saxo y que, a la postre, fue humillado. La anécdota fue retomada en Whiplash, del 2014, pero con una silla de metal.
Y, para terminar, consigan Chasin’ the Bird, la novela gráfica editada por Z2 Comics que celebró el centenario del nacimiento de maese Parker en el 2020, la cual se centra en su paso por Los Ángeles durante la década de los años 40.
En El perseguidor, Johnny dice: “Esto lo estoy tocando mañana”, una frase que deja al descubierto la figura de Bird, un visionario, cuyas notas quedaban suspendidas en el tiempo, a pesar de ir a una velocidad sorprendente, al igual que su vida.
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