El tiempo, como siempre ha sido y será, avanza implacable, tenaz y a su propio ritmo, sin necesidad de correr o ir más lento pues, al final, a quienes se les escapa la vida es a nosotros, los seres humanos que, a diario, buscamos la forma de exprimir y ganarle horas, minutos y segundos al reloj.
Si lo piensan, a diario nos enfrentamos a ciclos que comienzan y terminan inevitablemente: la escuela, el trabajo, las relaciones, la vida. Incluso las cosas materiales y la tecnología tienen su tiempo de funcionamiento, y terminan por fallar o dejan de actualizarse (gracias por nada obsolescencia programada).
¿No les ha pasado que al terminar un libro, disco, serie o película que les voló la cabeza, sienten un enorme vacío? El arte, claro que sí, también nos enfrenta a estos ciclos de placer y catarsis que se reinician con cada obra que volvemos a empezar a vivir y sufrir, en papel, fotogramas y sonido.
Hasta este punto, cada uno de nosotros sabe lo complicado o placentero que fue este año. El tiempo, en su transcurrir, nos deja contrastes: cosas buenas y malas, gente que vino o se fue, enfermedades o salud plena, tener trabajo o estar desempleados… Que cada uno apele a sus recuerdos o demonios para valorar estos 365 días que ahora forman parte del pasado y enfrentemos el futuro con todas las sorpresas que nos puede deparar.
Apelo a Borges y un soneto “apócrifo” para despedir el año. Antes de hacerlo, permítanme abrir un paréntesis para contar la historia, resumida, del mismo: el 25 de agosto de 1987, asesinaron en Medellín, al médico y activista Héctor Abad Gómez, padre del escritor Héctor Abad Faciolince quien descubre en uno de los bolsillos del cuerpo inerte un pedazo de papel con un soneto que le fue atribuido en su momento a Borges.
En el 2006 Héctor Abad publicó el libro: El olvido que seremos, cuyo título toma prestado un extracto del primer verso y, entonces, aparecieron los expertos en el autor argentino para desmentir su autoría. A pesar de topar con pared y la mismísima Kodama (guardiana feroz de su obra y a quien no queremos ver nunca en la corte), Faciolince se dedicó a buscar por cielo, mar y tierra el origen de ese y otros 4 sonetos en una Odisea que lo llevó a visitar varias partes del mundo, cual historieta de Tintín.
Si desean saber más, les recomiendo leer un artículo que publicó la revista Letras Libres, titulado Un poema en el bolsillo, que es una verdadera chulada, donde podrán enterarse de la sorprendente conclusión de este misterio.
El soneto, que se titula Aquí. Hoy. inicia de esta forma: “Ya somos el olvido que seremos. El polvo elemental que nos ignora y que fue el rojo Adán y que es ahora todos los hombres y que no veremos”. (Búsquenlo para terminar de leerlo, se los recomiendo ampliamente).
Al final, el tiempo al igual que el río (diría Borges), fluye y continúa infinito, eterno y cíclico y, así, otro año se ha ido. El 2025, al que sólo le quedan unas cuantas horas de vida, se convierte en ese viejo senil y cansado que da paso al recién nacido 2026, rozagante y bonachón, que vivirá su propio ciclo y terminará por perderse en el olvido.
¡Nos leemos el próximo año!
IG: @doppelgaenger18 X: @Doppelgaenger18
Síguenos en nuestras redes sociales:
Instagram: @eluniversaledomex, Facebook: El Universal Edomex y X: @Univ_Edomex

