El regreso a clases en algunos espacios de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx) no significa que las tensiones hayan cesado. Mientras cuatro planteles retoman actividades, otros continúan en paro o se declaran en huelga indefinida, exigiendo atención real a un pliego petitorio que representa el hartazgo acumulado de la comunidad estudiantil. En este contexto, la desaparición digital del exrector Carlos Eduardo Barrera Díaz, quien eliminó todas sus redes sociales oficiales, ha sido interpretada por los estudiantes no como una casualidad, sino como un acto de evasión. Esta retirada repentina de la esfera pública ha sido leída como una especie de reconocimiento tácito de responsabilidad, una huida simbólica ante los cuestionamientos que hoy exigen respuestas. Pero callar no exime ni absuelve; por el contrario, el vacío institucional y moral que deja alimenta aún más la desconfianza y la indignación dentro de la universidad.

Respeto a serpientes
La aparición de pequeñas serpientes en el Parque Ambiental Bicentenario de Metepec ha generado inquietud entre algunas familias visitantes. No obstante, la secretaria del Medio Ambiente del Estado de México, Alhely Rubio Arronis, ha sido clara al señalar que no se emprenderá ninguna acción de captura o exterminio, ya que estos reptiles forman parte del equilibrio ecológico del lugar. Su postura invita a la reflexión: en espacios naturales, los seres humanos somos visitantes y no dueños, por lo que debemos aprender a convivir con las especies que ahí habitan. Rubio Arronis enfatiza que estos animales son residentes legítimos del ecosistema y que el compromiso no es eliminarlos, sino respetarlos. Este llamado debe entenderse como un recordatorio de que la conservación no solo es tarea del gobierno, sino también de cada familia que decide disfrutar de estos espacios. Enseñar a los niños el respeto por la vida silvestre y fomentar una cultura ambiental responsable es fundamental.

Mochilas de paz
El Protocolo Mochila de Paz presentado por la Secretaría de Educación, encabezada por Miguel Ángel Hernández Espejel, intenta enviar un mensaje de acción y compromiso por parte del Estado ante los riesgos en las escuelas. Sin embargo, plantea dudas legítimas sobre su eficacia real. En lugar de atacar el origen de la violencia escolar o el acceso a sustancias peligrosas, la estrategia opta por una revisión limitada y condicionada, que puede generar una falsa sensación de control sin resolver los problemas estructurales de fondo. Más allá del protocolo, lo urgente es reforzar la presencia de orientadores, psicólogos y programas educativos de convivencia y salud emocional en los planteles. Mientras el Estado no asuma su responsabilidad de forma integral, la carga seguirá recayendo en madres, padres y maestros, quienes enfrentan solos situaciones cada vez más complejas.

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