La movilidad en el Valle de México siempre ha sido un desafío, pero decisiones como la incorporación de 15 nuevas unidades al Mexibús Línea I son un paso en la dirección correcta. El secretario de Movilidad, Daniel Sibaja, ha apostado por fortalecer el transporte público con una visión clara: mejorar la conectividad y reducir los tiempos de traslado de miles de usuarios que diariamente recorren la ruta de Ecatepec a Tecámac. Más allá de las cifras, lo relevante es que el servicio público empiece a reflejar una mejora tangible en comodidad, seguridad y frecuencia. Los nuevos autobuses con tecnología de bajas emisiones y cámaras de videovigilancia hablan de una movilidad más moderna y sustentable. Aún hay camino por recorrer: la ampliación del sistema, la conexión efectiva con el Metro y la apuesta por unidades eléctricas marcarán la diferencia. Pero si el rumbo se mantiene, el Mexibús puede convertirse en un verdadero eje de transporte digno para el oriente del Estado de México.

Avanza el Tren México-AIFA, pero falta reparar la confianza
La conclusión de la obra física en la estación Teyahualco del Tren México-AIFA representa un avance significativo para uno de los proyectos ferroviarios más ambiciosos del país. Verla casi lista, con acabados terminados y señalización colocada, es reflejo del esfuerzo de las autoridades por cumplir plazos y ofrecer una opción de transporte moderna y eficiente. Sin embargo, detrás del progreso técnico queda el recordatorio de los tropiezos sociales que acompañaron la construcción: las afectaciones a vecinos, negocios cerrados y daños estructurales en viviendas que, más allá de los acuerdos alcanzados, siguen dejando huella en la comunidad. El reto ahora no sólo es inaugurar una estación funcional, sino reconciliar a la población con una obra que, aunque promete desarrollo, también alteró su entorno. La infraestructura no puede medirse solo en kilómetros o inversión, sino en el equilibrio entre progreso y bienestar local.
Bloqueos que gritan por atención
Los bloqueos ocurridos en Ocoyoacac y Toluca son un reflejo del hartazgo social frente a la indiferencia institucional. Familias que buscan a sus desaparecidos y vecinos que reclaman agua no deberían tener que cerrar carreteras para ser escuchados. La protesta se convierte en su único recurso cuando las respuestas no llegan o se diluyen en trámites burocráticos. Ocho horas de cierre en la México–Toluca no solo interrumpen la movilidad, sino que evidencian una fractura más profunda: la desconfianza hacia las autoridades encargadas de garantizar justicia y servicios básicos. El compromiso de realizar mesas de diálogo y mejorar la distribución de agua es un avance, pero también una deuda pendiente. El Estado de México no puede normalizar que la solución llegue solo después de la presión social. Las carreteras no tendrían que ser escenario de reclamos, sino de paso y conexión; sin embargo, hoy son el espacio donde la gente exige lo que debería ser un derecho: vivir con justicia, seguridad y dignidad.
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