El voto de la generación Millennials (aproximadamente nacidos entre 1981 y 1996) se ha convertido en un eje clave para comprender las dinámicas electorales contemporáneas. Sin embargo, su comportamiento resulta difícil de encasillar en los esquemas tradicionales de izquierda vs. derecha. En diversas regiones del mundo (por ejemplo, la izquierda neoyorquina, la derecha argentina, o las próximas elecciones en Chile con candidatos cómo Javier Jara o Daniela Katz) estos jóvenes parecen moverse con fluidez entre polos ideológicos, o incluso fuera de ellos.

En este contexto, conviene preguntarnos: ¿por qué los millennials votan como votan?, ¿qué perfil tienen?, ¿cuáles agendas los movilizan?, y ¿cómo debe interpretarse su papel en una segunda vuelta electoral?

Alejandro Moreno, en su libro: “La evolución cultural en México. Cuatro décadas de cambio de valores 1982-2023”, (Fomento Cultural Banamex, 2023), demuestra cómo la sociedad mexicana ha transitado de un eje de “tradición–modernidad”. Lo explica desde la evolución de los valores culturales: tras cuatro décadas, 1982 a 2023, México pasó de una lógica de supervivencia y tradición a otra orientada a la autoexpresión y la autonomía personal. Esto no solo aplica a México: los jóvenes en distintas latitudes valoran cada vez más la libertad de elección, el reconocimiento de identidades, la justicia y el acceso a derechos, lo que hace que su comportamiento electoral sea menos lineal y más temático. Este cambio generacional redefine el sentido del voto: ya no se trata sólo de quién gobierna, sino del tipo de vida que promete cada proyecto político.

La sociedad mexicana, y por analogía muchas sociedades en América Latina, ha transitado hacia un mayor énfasis en valores de autoexpresión frente a los de mera supervivencia y tradición. Las generaciones jóvenes (en particular millennials y centennials) muestran una brecha cada vez mayor respecto de generaciones mayores en torno a valores culturales, identidad, participación, y expectativas de vida. Esta evolución de valores redefine también las motivaciones políticas: ya no bastan los relatos clásicos de clases sociales o bloques ideológicos rígidos, sino que emergen nuevos ejes (calidad de vida, autopromoción, reconocimiento, identidades, derechos) que configuran cómo votan los jóvenes.

¿Por qué votan como lo hacen?

Una primera razón tiene que ver con valores postmaterialistas: los jóvenes cada vez más privilegian cuestiones de calidad de vida, libertades individuales, reconocimiento, medio ambiente, justicia social, frente a los asuntos meramente económicos o de clase. Bajo el marco de Moreno Álvarez esto se vincula con el eje “supervivencia vs. autoexpresión”.

Una segunda razón es la desconfianza hacia las estructuras partidarias tradicionales: al no sentirse plenamente representados por partidos o ideologías clásicas, los jóvenes tienden a evaluar candidaturas de forma más pragmática, tema por tema, campaña por campaña, más que por filiación ideológica previa.

Una tercera razón es la fluidez ideológica: los millennials pueden estar dispuestos a votar por una opción de izquierda en un contexto (Nueva York) y por una de derecha en otro (Argentina) si perciben que esa opción responde mejor a sus agendas inmediatas o valores. Esto explica por qué los millennials parecen sin estándares ideológicos fijos.

Finalmente, la presencia de redes sociales, medios digitales y comunidades virtuales hace que los jóvenes tengan acceso a información diversa, fragmentada, y a discursos más personalizados, lo cual refuerza la idea de voto basado en micro-agendas más que en macro-relatos ideológicos.

Caso Chile: jóvenes, voto obligatorio y segunda vuelta

Chile celebrará elecciones presidenciales el domingo 16 de noviembre de 2025 y, de ser necesario, una segunda vuelta el 14 de diciembre. El voto ya es obligatorio, lo que incluye a jóvenes mayores de 18 años bajo inscripción automática. Sin embargo, la obligatoriedad no garantiza identificación: en elecciones previas, la abstención juvenil ha sido notoriamente alta. Este escenario tensiona a los candidatos, que necesitan no solo atraer, sino conectar con este segmento. Bajo las reglas chilenas, las elecciones presidenciales y parlamentarias de Chile se celebrarán el domingo 16 de noviembre de 2025, con voto obligatorio para todos los ciudadanos mayores de edad no condenados a pena aflictiva, salvo los chilenos residentes en el extranjero y los extranjeros habilitados para sufragar, los candidatos presidenciales requieren obtener el 40% de los votos válidamente emitidos para ganar en primera vuelta. De no lograr este porcentaje, se realizará una segunda vuelta presidencial entre los dos más votados, programada para el domingo 14 de diciembre de 2025. En ambos casos se mantendrá la obligatoriedad del sufragio y las sanciones por no votar, que van de 0,5 a 1,5 UTM, conforme a lo establecido por el Servicio Electoral de Chile (Servel) y el Gobierno de Chile (2025).

El voto millennial no es caótico: es pragmático, emocional y reactivo a horizontes de futuro. Más que lealtades a partidos, responde a quien atienda sus causas. En Chile, como ya ocurrió en Argentina o Estados Unidos, la capacidad de movilizar esta franja definirá no solo al ganador, sino el rumbo político del país.

En la próxima entrega analizaremos los resultados chilenos y el papel real del voto joven en el balotaje. ¿Confirmarán su poder de cambio o mantendrán la distancia con el sistema?

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