Juan Carlos Villarreal

Los dilemas de la 4T

Dossier político

En México, hablar de un cambio de régimen no es solamente describir la llegada de un nuevo partido al poder, sino identificar una transformación en la forma de ejercerlo. Morena, desde 2018, ha impulsado una narrativa que busca distanciarse del pasado, la austeridad como principio rector, el combate a la corrupción como bandera y el presupuesto como herramienta de redistribución social.

El presupuesto es, en efecto, la piedra angular del nuevo modelo. Frente a un régimen en el que las élites económicas y políticas definían la viabilidad de proyectos y políticas públicas, Morena ha colocado la redistribución de recursos como eje central, buscando atender a los sectores históricamente marginados. No obstante, esta estrategia abre un debate ineludible: sin una reforma fiscal que amplíe la base de contribuyentes y dé sostenibilidad a los programas sociales, la capacidad redistributiva del Estado se verá limitada en el mediano plazo.

Al mismo tiempo, persisten tensiones que recuerdan viejas prácticas del sistema político mexicano. El caso de la “barredora” y las irregularidades vinculadas a la Marina muestran que, pese a la retórica de cambio, los escándalos de corrupción no han desaparecido. Más aún, ponen sobre la mesa la duda de si la cercanía política o personal se convierte en un blindaje frente a la rendición de cuentas.

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En este contexto, la pregunta queda abierta: ¿los amigos son aliados? Si la respuesta es afirmativa, entonces el riesgo es que la justicia se aplique con criterios selectivos, debilitando la legitimidad de un proyecto que nació precisamente para combatir esas prácticas.

Más allá de posturas ideológicas, lo que observamos es un proceso complejo de reconfiguración del poder en México: avances claros en la centralidad del presupuesto social, pero también inercias que ponen en entredicho la profundidad del cambio de régimen. El desenlace dependerá de si Morena logra consolidar instituciones sólidas que trasciendan las lealtades personales y si se atreve a emprender la reforma fiscal pendiente que haga sostenible la redistribución que hoy constituye su mayor logro.

Los enemigos del régimen: la matriz autoritaria no se puede erradicar con retórica por más credibilidad que tengan quienes la conducen. El viejo régimen mantuvo con la ideología del “nacionalismo revolucionario” una narrativa aglutinadora de los grupos sociales más marginados, pero como ya lo he anotado antes aquí mismo, esa narrativa cambió con el arribo del neoliberalismo. Sin embargo, no dejan de existir los paralelismos con el discurso de “renovación moral de la sociedad” que impulsó Miguel de la Madrid al inicio de su mandato. Lo que vino después hay que recordarlo; crisis económica, devaluación, sismo de 1985 y la ruptura del viejo priismo que dio paso al FDN encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas y luego el PRD. La causa del fracaso de ese movimiento fue justamente que no logró construir una nueva ideología alterna y hoy, paradójicamente cuando existe, la debilidad está en las difíciles condiciones económicas que vienen acompañadas de una economía estancada desde hace casi una década.

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