Desde el punto de vista Geopolítico, lo que acaba de suceder en la OTAN hace unos días, comprometerá a la Unión Europea mucho más que las propias demandas nacionales y no tendría nada de raro, si no fuera porque Donald Trump ha obligado al viejo continente a destinar hasta el 5% del PIB de cada una de las 32 (checar) a fines armamentistas. El impacto será muy agresivo para las de por sí, mermadas economías europeas, pero supone impactos considerables que obligan a pensar con más seriedad sobre los alcances mundiales de la gestión del presidente norteamericano.
Por ejemplo, Alemania, que actualmente destina alrededor del 1.5% de su PIB a defensa, tendría que duplicar e incluso triplicar este gasto, lo que representa más de 150 mil millones de euros anuales adicionales. Francia, con un gasto cercano al 1.9%, también se vería obligada a redirigir recursos que actualmente se usan para programas sociales y transición energética. Este aumento afectaría directamente a la inversión en salud pública, infraestructuras y desarrollo tecnológico, áreas donde la UE busca liderazgo mundial.
Salud
En el caso del sistema sanitario, varios países europeos ya enfrentan crisis de financiamiento. Reino Unido, por ejemplo, atraviesa problemas severos con el NHS (National Health Service), registrando listas de espera récord y falta de personal. Si el gasto militar se incrementa como plantea Trump, se reducirían aún más los fondos para contratar médicos, renovar hospitales y mejorar servicios. España también sufriría: en 2024, el gobierno español anunció un incremento de 2.5% en el presupuesto sanitario, el cual podría verse comprometido para cubrir las nuevas exigencias de defensa. En Europa, el envejecimiento poblacional hace que la demanda en salud crezca cada año; reducir recursos en este rubro podría derivar en un colapso parcial de algunos sistemas nacionales de salud.
Pensiones
En materia de pensiones, la situación no es menos crítica. Francia vivió recientemente fuertes protestas por el aumento de la edad de jubilación, y cualquier recorte a los fondos de pensiones podría reavivar la tensión social. Alemania, que enfrenta un rápido envejecimiento de la población, necesitaría más fondos para sostener su sistema público de pensiones, el cual ya consume casi un cuarto de su presupuesto federal. Desviar recursos a la defensa implicaría aumentar la edad de jubilación o reducir el monto de las pensiones futuras, alimentando el descontento y debilitando la cohesión social.
TIC’s
Finalmente, en el sector de tecnologías de la información y la comunicación (TIC’s), Europa se encuentra en una carrera por no quedar rezagada frente a China y Estados Unidos. La estrategia “Digital Decade” de la UE plantea invertir 20% del fondo de recuperación en digitalización para 2030. Con el aumento obligado del gasto militar, esos fondos para I+D en inteligencia artificial, ciberseguridad y conectividad 5G-6G se verían reducidos. Esto impactaría el objetivo europeo de soberanía digital y podría aumentar la dependencia tecnológica de empresas extranjeras, especialmente en microchips y software crítico.
Hace medio año, nadie se hubiera imaginado que Trump generaría tantos frentes de batalla al mismo tiempo y eso tiene una explicación sencilla: hay líderes que crecen en el caos y Donald Trump es uno de ellos.
Detrás de tal cantidad de conflictos sigue estando presente una explicación económica y desde que China decidió reducir la venta de antimonio y otros minerales al gigante americano, todo parece tener su explicación en la importancia del antimonio en la industria militar y en la tecnología de alta gama. Turkigistán y Rusia son los otros productores a nivel mundial y desde que la potencia asiática negó la venta del preciado mineral al gobierno de Trump el conflicto entre las potencias ha escalado. El antimonio es fundamental para la fabricación de aleaciones usadas en blindajes, semiconductores y baterías de alta resistencia. Su restricción amenaza cadenas de suministro enteras en el sector de defensa estadounidense y europeo, obligando a buscar nuevas fuentes o desarrollar sustitutos costosos. Este “cuello de botella” tecnológico y militar explica en gran medida la presión de Washington para que Europa incremente sus capacidades armamentistas, reduciendo la dependencia en minerales críticos y asegurando la continuidad de la producción bélica.
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