El escenario político del país sigue transformándose y, cada vez más, esas transformaciones llevan rostro de mujer. En el Estado de México, la diputada Martha Azucena Camacho Reynoso asumirá la presidencia de la Mesa Directiva del Congreso local, un espacio clave que, más allá de su carácter protocolario, marca la conducción de los debates y el rumbo del trabajo legislativo.
A la par, en el Senado de la República, la llegada de Laura Itzel Castillo Juárez a la presidencia de la Mesa Directiva confirma que el poder legislativo federal también se tiñe de nuevas dinámicas. Castillo subrayó que el Senado debe ser “casa de la razón, la justicia y la dignidad”, llamando a desterrar prácticas de odio, racismo, clasismo y machismo. Su mensaje conecta con la necesidad de consolidar un poder legislativo que refleje las diversidades del país y no solo a una élite. Estos nombramientos son más que cambios de nombres; implican una reconfiguración en las estructuras de poder. Históricamente, los espacios de dirección en el Congreso eran dominados por hombres, y aunque la paridad formal ha sido un avance, el verdadero reto es alcanzar la igualdad sustantiva, aquella que no se queda en el número, sino que garantiza condiciones reales para ejercer el poder en plenitud. Como señala Diana Angélica Villa Popoca en la revista Transformación Legislativa (2025), la distribución de cargos no es neutra, pues responde a patrones de género que históricamente relegaron a las mujeres a comisiones consideradas “de cuidado” o de menor peso político. Al recuperar aportes de autoras feministas, Villa Popoca enfatiza que la igualdad sustantiva supone transformar las reglas del juego y los imaginarios de lo político, para que las mujeres no solo estén presentes, sino que también tomen decisiones estratégicas. De ahí la importancia de que figuras como Martha Camacho y Laura Itzel Castillo encabecen órganos de gobierno parlamentario: no son gestos simbólicos, sino parte de un cambio estructural que acerca al país a un legislativo donde la conducción, el debate y la toma de decisiones reflejan un verdadero equilibrio de género. El reto siguiente será sostener esa presencia con agendas que respondan a las necesidades de las mayorías, demostrando que la igualdad no es concesión, sino una nueva forma de ejercer el poder. ¡Hay una estrategia institucional para impulsar estos cambios y eso debe impulsar a transformaciones profundas en la forma de ejercer la política, una en la que el respeto al otro sea la divisa de los cambios que espera una sociedad que ya se cansó de ver siempre a los mismos hombres en las posiciones claves del poder!
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