Desde el inicio de este sexenio que está por terminar, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha reiterado que estamos frente al cambio de un régimen, que la transformación es una gesta similar a hechos históricos que están en la memoria de los mexicanos. Sin embargo, ¿qué debemos entender por régimen? ¿Cuáles son sus principales características? Y, de ser el caso, ¿por qué estamos frente a un cambio? No es evidente que, por la pedagogía desplegada en las mañaneras, muchos de estos cambios formen parte más de una narrativa que dé una explicación convincente. Veamos: si un régimen es un conjunto de interacciones principalmente entre los actores políticos que detentan el poder y permite caracterizar su uso a partir de los valores que los distinguen, podemos comenzar señalando que el principal cambio que anuncia el gobierno saliente es que antes se gobernaba de arriba hacia abajo y hoy son los de abajo los que gobiernan. Es una visión simplista que por sí sola no explica el fenómeno, así que tratemos de dar más elementos.
Esa política podría parecer clientelar, pero como se demostró tanto con el PRI como con el PAN en el gobierno, gozar de padrones de beneficiarios no necesariamente garantiza que voten por el partido en el poder. Y aquí es donde esta forma de articulación política descansa en el liderazgo de AMLO, que es incomparable, al menos, en los últimos 30 años en el gobierno federal.
El cambio de régimen será más evidente en el gobierno de Claudia Sheinbaum que en el de Andrés Manuel López Obrador. La próxima presidenta demostrará si hay un verdadero cambio de régimen o solo una rotación de élites. Mientras no se corrijan la corrupción, el favoritismo y los negocios al amparo del poder público, no habrá un cambio real. Aunque ha habido cambios significativos, aún son insuficientes para transformar nuestro régimen político.