Ser un bachiller de la máxima casa de estudios de este país representa tantas cosas esperanzadoras y de interminables descripciones a la edad que corresponde.
Seguramente hay anhelos, sueños y el objetivo férreo de pronto formar parte de la facultad de estudios profesionales que los méritos deparen.
Esta corta visión fue una que no logró concretar el joven estudiante que fue privado de la vida el pasado 22 de septiembre al interior de las instalaciones del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), plantel sur de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), al ser agredido por otro alumno con un arma blanca.
Ese acto de violencia sin precedentes en el CCH de la UNAM expuso públicamente la peligrosa incursión de una subcultura digital, la incel, en la realidad nacional, transgrediendo libertades fundamentales en un espacio dedicado al conocimiento y al libre pensamiento.
El término incel o "célibe involuntario" se refiere a personas, mayoritariamente varones heterosexuales, que se asumen incapaces de establecer relaciones sexuales o sentimentales a pesar de desearlas. Lo que comenzó a finales de los años 90 en Canadá como un foro de apoyo para personas que experimentaban soledad y dificultades en sus relaciones, evoluciona drásticamente en la última década.
El origen del término se atribuye a Alana, una mujer canadiense que en 1997 creó un sitio web llamado "Alana's Involuntary Celibacy Project" para compartir sus experiencias y las de otros. Sin embargo, con el tiempo, la comunidad se desvirtuó, especialmente en foros en línea donde el resentimiento y el odio hacia las mujeres se convirtieron en la norma.
Esta radicalización transformó lo que era un grupo de apoyo en una ideología que señala a las mujeres y a la sociedad por su propia situación, promoviendo discursos misóginos, machistas y, en casos extremos, violentos.
La subcultura incel ha cobrado una preocupante relevancia internacional debido a su asociación con actos de terrorismo y violencia extrema. Individuos que se identifican como incels han perpetrado ataques masivos en diferentes partes del mundo, justificando sus acciones con el discurso de odio que promueven en línea. Han creado, incluso, un léxico propio y una narrativa que victimiza al hombre incel mientras se injuria a las mujeres.
Países como Estados Unidos y Canadá han sido escenario de algunos de los ataques más notorios atribuidos a incels. En años recientes, se han registrado incidentes en el Reino Unido, Alemania y otros países europeos, lo que indica la expansión global de esta ideología extremista a través de las redes sociales y foros en línea. La facilidad de acceso a estas comunidades virtuales ha permitido que el mensaje se propague y resuene en individuos vulnerables en cualquier parte del mundo.
En la experiencia nacional, la ideología se visibilizó de una manera desafortunada el día que Lex Ashton “N” perpetró un ataque armado que privó de la vida a un estudiante y le causó lesiones distintas a un trabajador universitario. Horas antes del suceso, Lex Ashton “N” había publicado en sus redes sociales mensajes crípticos y llenos de odio, que de inmediato fueron asociados con la ideología incel.
Sus publicaciones reflejaban un profundo resentimiento hacia las mujeres, el uso de la jerga incel y un sentimiento de exclusión y rechazo. La narrativa de sus mensajes era un eco de los discursos de odio que circulan en los foros incel: culpar a las mujeres por su "celibato involuntario" y expresar deseos de venganza.
Este fue el primer incidente de esta magnitud en México en el que la motivación incel fue tan explícita y documentada. La comunidad de la máxima casa de estudios se vio conmocionada al descubrir cómo una ideología extremista había permeado hasta sus aulas, materializándose en una tragedia.
Mientras tanto, los efectos jurídicos para Lex Ashton “N”, de confirmarse los cargos, enfrentará acusaciones de homicidio calificado, lesiones calificadas y posiblemente delitos relacionados con la posesión de armas de fuego.
Dada la naturaleza premeditada del ataque (evidenciada por sus publicaciones previas), la gravedad de los resultados, además del componente de odio de género subyacente en la ideología incel, podría ser considerado como un agravante en el proceso. Lo cierto es que este lastimoso caso podría sentar un precedente importante en la forma en que el sistema judicial mexicano aborde los crímenes inspirados por ideologías extremistas en línea.
La UNAM, por su parte, se posicionó de manera contundente y enérgica al condenar la violencia y cualquier manifestación de odio, al reafirmar su compromiso con un ambiente de respeto, inclusión y seguridad para toda su comunidad.
La institución activó protocolos de emergencia, inició investigaciones internas y colabora estrechamente con las autoridades ministeriales para esclarecer los hechos y contribuir a la judicialización del caso, reafirmó sus valores e instó a toda la sociedad a reflexionar sobre los peligros de los discursos de odio en línea y la necesidad de fomentar una cultura de paz y diálogo.
El ataque perpetrado en el CCH Sur de la UNAM es un doloroso recordatorio de que las amenazas digitales son vigentes y pueden trascender la pantalla al materializar actos que vulneran la vida y la libertad.
La UNAM, al igual que el resto de la sociedad, se enfrenta al desafío de entender y prevenir impactos profundos de estas nuevas formas de extremismo, que apremian la protección de espacios y la información no sesgada sobre los alcances de estas formas de pensamiento que pudieran ya estar incrustadas en cualquier miembro de las familias mexicanas sin necesariamente haber sido manifestadas.
Es una alerta urgente a la sociedad, a las instituciones educativas y a las autoridades para asumir la vigencia de los discursos de odio que circulan en la oscuridad de la red con la mayor velocidad y, muchas otras ocasiones, pasan desapercibidos ante el consumo de múltiples contenidos digitales que erróneamente suelen ser normalizados.
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