La designación de la inteligencia artificial Diella como parte integrante del gabinete de Albania ha desatado un debate sin precedentes en los últimos días sobre el futuro de la gobernanza y la relación entre tecnología y política.
Esta medida, impulsada por el primer ministro albanés Edi Rama, es un experimento audaz que posiciona a Albania como pionera en la integración de la inteligencia artificial en la administración pública. Sin embargo, también plantea interrogantes sobre la transparencia, la responsabilidad y los principios democráticos.
El nombramiento de Diella fue un acto formalmente ejecutivo del primer ministro, sin un proceso legislativo o un debate parlamentario. Diella fue presentada como nueva ministra de Contrataciones Públicas, con la misión de eliminar la corrupción en este sector al ser investida con un rol operacional en el gobierno.
La designación de Diella generó fuertes críticas internas. La oposición, principalmente del Partido Democrático, calificó la medida de "inconstitucional" y "ridícula", al argumentar que, según la Constitución albanesa, un ministro debe ser un ciudadano, lo que hace inviable el nombramiento de una entidad no humana.
Los críticos también han señalado la falta de transparencia y la elusión de los mecanismos de rendición de cuentas, ya que una inteligencia artificial no puede ser legalmente responsable por sus decisiones o errores. De este modo, perciben un intento de centralizar el poder desde la oficina del primer ministro y eludir el control democrático.
Diella tiene una función central y específica: gestionar y supervisar las licitaciones públicas. Su principal objetivo es hacer que este proceso sea incorruptible, y para ello focaliza sus funciones en tres vertientes: a) analizar licitaciones y detectar patrones de irregularidad; b) automatizar la toma de decisiones para la adjudicación de contratos; y c) garantizar la transparencia y la equidad en el proceso de contratación.
Diella es operada por un equipo de expertos técnicos y programadores dentro de la administración pública albanesa, bajo la supervisión directa del primer ministro. El control de su funcionamiento y su programación recae en la órbita del gobierno, sin un escrutinio independiente y externo, lo que ha generado preocupación sobre el sesgo algorítmico y la posible manipulación de sus resultados.
Hasta el momento, el gobierno albanés no ha hecho público el costo exacto de alojamiento y operación de Diella. Sin embargo, este tipo de sistemas, que procesan grandes volúmenes de datos y realizan análisis complejos, suelen requerir una infraestructura de nube robusta y un mantenimiento continuo que conllevan un gasto público considerable.
Así, la designación de Diella puede interpretarse bajo dos argumentos contundentes: 1) la premura de Albania por ser parte integrante de la Unión Europea (pues cabe recordar que su solicitud formal se realizó en 2009 y obtuvo el estatus de país candidato hasta junio de 2014), bajo la demostración de su voluntad por combatir la corrupción y modernizar su administración, dos requisitos clave para la membresía en la Unión Europea; y 2) el nombramiento de Diella, sin un marco legal claro y una rendición de cuentas efectiva —al menos no por ahora en Albania—, podría ser visto como un paso que se desvía de los principios de gobernanza de la Unión Europea.
La designación de Diella generó un interés notable en la comunidad internacional. Si bien no ha habido pronunciamientos de gobiernos de otros países, ha sido objeto de análisis en medios de comunicación, foros de tecnología, organizaciones internacionales y desde la academia. La medida ha sido vista como un experimento audaz y un caso de estudio para la gobernanza del futuro. Algunos expertos la han aplaudido como un paso innovador hacia la erradicación de la corrupción, mientras que otros han advertido sobre los peligros de confiar la toma de decisiones críticas a la inteligencia artificial sin el debido control humano y legal.
Mientras tanto, de manera análoga, en México conviene apresurar los intentos legislativos por regular la inteligencia artificial y, de paso, preguntarse si, para las nuevas tareas de nuestra reciente Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno (encargada también de contrataciones públicas), le vendría bien tener como titular a una inteligencia artificial.
@jorge.dasaev
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