Escribo esta carta a cinco días de tu homicidio. No importa el rincón del país desde el que lo hago, pues tu partida trágica (en plaza pública y frente a tu familia), además de una pérdida personal para tus seres queridos, es un testimonio doloroso y palpable de las fallas sistémicas que siguen facturando cada rincón de nuestro país. Tu contexto, hizo de Uruapan el de todo México.
Tu particular manera de comunicar con valentía las vulnerabilidades de una de las regiones más sacudidas de México sin duda será recordada. Sin embargo, la privación ruin de tu vida nos obliga a señalar aquello que te falló y nos seguirá fallando a todos como sociedad por muchos años. No importa el nombre, el color del partido y las nuevas personalidades que nos representen. Esta enfermedad pública, es de aquellas que se aferran a abandonar contextos de gran rentabilidad.
En tu peculiar estilo de analizar contextos y desde donde te encuentres, sabrás que de manera infortunada y absurda han atribuido tu deceso a Felipe Calderón Hinojosa, a Enrique Peña Nieto y a distintos actores de un pasado no tan lejano de la vida pública del país. ¡Qué extraña manera de negarse a la autocrítica sistémica vigente!
Hay realidades innegables en torno a tu trágico homicidio. El estado demostró una incapacidad crítica para proteger liderazgos pese a dotar de protección federal (en tu caso catorce elementos según declaraciones del secretario de Seguridad Pública y del secretario de la Defensa Nacional) y servidores públicos que, como tú, de manera pública han desafiado a células organizadas.
La cruda violencia que te arrebató la vida es un síntoma de una impunidad rampante. La ausencia de consecuencias efectivas y la tardanza en la procuración de justicia perpetúan el ciclo de la violencia, lo que permite que las estructuras delincuenciales operen bajo la costumbre y la normalización no sólo de su existencia, sino de su réplica por adeptos de cada día menos edad.
Tu directa forma de protestar, exigir y operar en contra de grupos que actúan fuera de la ley, respaldados por recursos ilimitados, fue notoriamente incómoda. Así, mientras que las instituciones que debían protegerte y acompañarte en tu seguridad periférica, operan con limitaciones de presupuesto, equipo y coordinación, solo reflejan que el Estado no logró imponer su monopolio legítimo de la fuerza donde más se necesitaba en ese momento.
Carlos, el estado continúa con deudas hacia ti, hacia tu familia: justicia y verdad.
La deuda de una investigación expedita, transparente y sin fisuras que no sólo logre corroborar la identidad de los autores materiales que te privaron de la vida, sino que, con inteligencia de seguridad, desmantelen las estructuras intelectuales que maquinaron tu homicidio.
El estado te quedó a deber la posibilidad de terminar tu encargo y tu vida en paz, rodeado de tu familia, sin el riesgo latente que impone la violencia. Te debió la garantía constitucional de vivir, de servir en un entorno seguro y también de ser evaluado por quienes te distinguieron con su voto en las urnas.
Tuvo que transcurrir tu tragedia para que, tres días después, el cuatro de noviembre de 2025 para ser precisos, desde la oficina de presidencia se activará el “Plan Michoacán por la Paz y la Justicia”, una estrategia de carácter integral, que fue anunciada como parte de la convicción de que la seguridad no se sostiene con guerras, sino con justicia, con desarrollo y con respecto a la vida. En la mañanera del pueblo, ese día la presidenta dijo: “la paz no se impone con la fuerza, se construye con las personas, con las comunidades y con el trabajo cotidiano de quienes aman su tierra”.
Tu manera de administrar Uruapan nos recordará de manera constante una tarea pendiente: exigir al Estado resultados concretos en donde, de manera ideal, no haya un solo líder más, ni un solo ciudadano y ciudadana, cuya vida sea el precio de la incapacidad gubernamental para garantizar la paz. El sábado primero de noviembre el destino te señaló a ti, pero el día de hoy lo que te ocurrió me puede suceder a mí, a cualquier mexicana o mexicano que no necesariamente forme parte de la vida pública de México.
Esta historia de tu vida ha cimbrado la dignidad de la población. Hay movilizaciones en Michoacán y en otras partes del país. Hay debate, crítica, reflexión en las aulas y eres tema de conversación entre ciudadanos de distintas edades. Eres un pasaje doloroso que se suma al hartazgo generalizado de los discursos sin acciones y mucho menos sin resultados.
Descansa en paz, Carlos. Que tu memoria sea la voz de la conciencia nacional que exige un cambio real o un hecho aislado más de la costumbre que normalizamos, pero que no merecemos.
Síguenos en nuestras redes sociales:
Instagram: @eluniversaledomex, Facebook: El Universal Edomex y X: @Univ_Edomex

