La reciente declaratoria del Congreso del Estado de México que reconoce al alfeñique de Toluca como Patrimonio Cultural Inmaterial constituye mucho más que un acto simbólico: es un reconocimiento a la creatividad, al oficio y al espíritu de quienes, con manos pacientes y alma festiva, moldean el azúcar en arte. Esta distinción eleva a la capital mexiquense al rango de ciudad con patrimonio propio, portadora de una tradición que trasciende el tiempo y abre nuevas rutas para el turismo cultural. Toluca, con su Feria del Alfeñique, demuestra que la identidad también puede ser motor económico cuando se gestiona con inteligencia, respeto y visión de futuro.

La feria es, en sí misma, una lección de civismo urbano. En cada edición, las familias conviven con tranquilidad, los artesanos exponen con orgullo su trabajo y los visitantes recorren un entorno que refleja orden y respeto. No se trata solo de una muestra comercial, sino de un ejercicio de armonía social donde la tradición se convierte en encuentro y la cultura en una forma de convivencia digna. Lo que allí ocurre es el reflejo de una ciudad que, cuando se coordina y planifica, puede ofrecer una experiencia colectiva de orgullo y pertenencia.

Este año, la organización alcanzó un nivel digno de reconocimiento. La disposición de los espacios, la atención a los expositores y la coordinación institucional consolidaron un ambiente ejemplar que devolvió confianza al comerciante y prestigio a la ciudad. Esa capacidad de colaboración no solo embellece la feria, sino que proyecta una imagen moderna y acogedora de Toluca ante el país y el extranjero. La capital mexiquense tiene en el alfeñique un rostro amable, lleno de color y memoria, capaz de atraer turismo, inversión y reconocimiento cultural.

El contraste con la cotidianidad de otros meses del año es inevitable, aunque no debe entenderse como reproche, sino como reflexión. Mientras la feria muestra lo que la ciudad puede alcanzar cuando el espacio público se gestiona con reglas claras, el resto del año persisten formas de comercio informal que, por falta de orden, restan atractivo y oportunidad. No se trata de excluir, sino de integrar; de comprender que el equilibrio urbano no surge del azar, sino del compromiso compartido entre autoridades, comerciantes y ciudadanía.

El ejemplo del alfeñique debe inspirar la organización de todas las ferias y festivales por venir. La fórmula es clara: planeación, coordinación y respeto al entorno. Esa visión que promueve y anhela el Patronato Pro-Centro Histórico de Toluca A.C. busca consolidar un modelo de ciudad que preserve su identidad, impulse la economía local y refuerce su atractivo turístico de manera sostenible. Si Toluca logra extender esta convicción a lo largo del año, su centro histórico podrá consolidarse como un referente nacional de convivencia ordenada, tradición viva y prosperidad compartida.

El alfeñique nos enseña que la belleza florece cuando hay orden, y que el orden, lejos de restringir, dignifica. Honremos a los artesanos dedicados y ordenados, verdaderos guardianes de esta tradición que endulza la memoria y enaltece el trabajo. Que esta declaratoria no sea un punto final, sino un comienzo luminoso: el de una ciudad que pueda construir su porvenir con organización, coordinación y orden.

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