Hace unos días, la mexicana, Fátima Bosch ganó la edición 2025 del certamen Miss Universo. Esto la convirtió la cuarta mexicana en conseguir la corona de este certamen. Y lo que debía ser un hito para nuestro país y un orgullo nacional muy rápido se convirtió en una rocambolesca historia de corrupción, drogas y armas.

Se acusó que el padre de la señorita Bosch era un alto mando en Petróleos Mexicanos (PEMEX) y que tenía nexos con uno de los dueños del certamen de belleza, el también mexicano y cónsul honorario en Guatemala Raúl Rocha Cantú, situación que podría levantar sospechas de claros conflictos de interés.

Sin embargo, tal y como cuando se consume sinedafil caducado…aquí no paró la cosa y se puso peor porque (resulta y resalta) que unos días antes de la final del certamen el antes mencionado socio del certamen, Rocha Cantú obtuvo una orden de aprehensión por parte de la Fiscalía Especializada en Delincuencia Organizada contra Raúl Rocha Cantú, a quien se señala como parte de una red dedicada al tráfico de drogas, armas y combustible entre Guatemala y México.

Las investigaciones hablan de cargamentos que cruzan por río, combustible “importado” sin declarar (huachicol fiscal pa´los cuates) y una empresa fachada que termina distribuyendo hidrocarburos en el Bajío. No es el guion de una serie, es la radiografía más reciente de algo que llevamos años sin querer ver: la frontera sur como puerta de entrada de armas hacia México y aunque apenas cumplimos un año escribiendo en este gran medio de comunicación, en lo personal tengo aaaaaaaaaaños diciendo que el problema de las armas en México es más complejo que asumir que el problema era del vecino del norte.

Cuando se habla de armas ilegales en México, casi todos volteamos hacia el norte. Y con razón: datos de la Cancillería mexicana y de agencias estadounidenses señalan que entre 70% y 90% de las armas rastreadas y vinculadas a delitos en México se originan o pasan por Estados Unidos.

Pero esa cifra, aunque contundente, tiene un punto ciego: no explica las rutas alternativas que han ido ganando peso, especialmente las que se alimentan de los mercados negros de Centroamérica y que entran por la frontera con Guatemala y Belice y como los grupos de la delincuencia organizada se dedican (como usted podrá imaginar) a delinquir…pues se dieron con la tarea de localizar las antes mencionadas rutas alternas.

Investigaciones académicas sobre la frontera sur describen esa franja —el Soconusco, el río Suchiate, el Usumacinta, la selva que conecta con Petén y el corredor hacia Belice— como un espacio donde se cruzan migración, drogas, trata de personas, contrabando… y tráfico de armas (ya que la descripción gráfica más certera sería la de una coladera).

Ahí no se ven colas de tráileres como en Tijuana o Ciudad Juárez, pero sí un entramado de pasos informales, brechas, ríos y comunidades que viven literalmente de “pasar cosas” de un lado a otro.

La ONU a través su oficina contra la droga y el delito (UNODC (ha documentado cómo los conflictos armados en Centroamérica, especialmente en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, dejaron miles de fusiles, municiones y granadas fuera de control, primero en manos de ejércitos y grupos irregulares, luego en bodegas clandestinas y colecciones privadas. Con el tiempo, una parte de ese arsenal se recicló: pasó de las guerras ideológicas a los mercados criminales.

Esa es una de las fuentes de armas que hoy cruzan hacia México por el sur: remanentes de arsenales militares, desviaciones de inventarios oficiales y compras legales que terminan desviadas. Estudios sobre la frontera con Guatemala y Belice hablan de “actividades de grupos delictivos organizados” donde el tráfico de armas es tan cotidiano como el de drogas o mercancías de contrabando.

A eso se suma un dato incómodo: algunas de las armas que entran por el sur tampoco nacieron ahí. La UNODC y distintos informes señalan que rifles y pistolas importados legalmente a Estados Unidos pueden ser revendidos a intermediarios y, tras varios movimientos, terminar en bodegas en Centroamérica… para después regresar a México por la puerta de la frontera sur. El circuito es tan circular como rentable.

El caso de Rocha Cantú ilustra bien el modelo criminal de tercera generación: redes que ya no se especializan en un solo delito, sino que combinan tráfico de combustible, drogas, armas y lavado de dinero, utilizando empresas legales, contactos políticos y la corrupción de autoridades como parte del mismo paquete.

En la práctica, las armas llegan fragmentadas: pequeños envíos ocultos en camionetas de carga, autobuses, lanchas en los ríos fronterizos o mezcladas con mercancías legales. Investigaciones periodísticas han descrito rutas que cruzan desde Guatemala y Belice hacia Tabasco, Campeche y Quintana Roo, con fusiles AK-47 y otras armas largas que ya no llegan solo del norte.

No se trata de convoyes espectaculares, sino de un goteo constante (también llamado “pitufeo”) que termina alimentando a grupos locales y a grandes cárteles por igual.

Al encontrar las fronteras del norte de México más vigiladas en la actualidad, las armas que cruzan por el sur no se quedan necesariamente en Chiapas o Tabasco. Diversos estudios de la ONU y de centros de investigación muestran que las rutas de tráfico de drogas y armas se superponen: los mismos corredores que mueven cocaína hacia el norte pueden transportar fusiles hacia el interior de México o de regreso a Centroamérica.

Así, un fusil que salió de un almacén clandestino en Petén puede terminar en manos de un grupo local en la frontera, en una célula de un cártel en el Bajío o incluso volver a cruzar hacia otro país. En esa lógica, la frontera sur no es una línea, sino una bisagra: conecta mercados, no solo territorios.

¿Por qué debería importarnos esto como país? Porque el tiempo y los hechos han demostrado que cualquier estrategia que se concentre exclusivamente en la “línea” con Estados Unidos dejará abierta una puerta trasera. Los cárteles y sus aliados empresariales ya operan a escala regional; si las instituciones mexicanas siguen pensando en clave doméstica, siempre llegarán tarde (odio decir se los dije pero se los dije)

Cerrar las rutas del tráfico de armas por la frontera sur no significa militarizar aún más la región ni criminalizar a las comunidades que viven del comercio transfronterizo. Significa, sobre todo, tres cosas: 1. La necesidad de fortalecer la Inteligencia y trazabilidad de este tipo de herramientas, 2. Golpear las redes empresariales que se dedican a este delito ya que son a través de empresas que los grupos criminales pueden lavar los activos producto de este ilícito, 3. combatir la corrupción local (que eso si esta complicado) y por último 4. Mejorar el marco jurídico de las armas de fuego, tenemos una ley de armas de fuego y explosivos de los años 70´s cada vez más restrictivas y hay un fenómeno que tiene al menos dos lustros sucediendo, es cierto que la mayoría de las armas que ingresan de forma ilegal al país quedan en manos de la delincuencia, pero no todas. ¿La razón? Porque muchos ciudadanos se están armando por la burocracia para comprar un arma de fuego legalmente y incapacidad del estado por poder brindar seguridad y justicia. En lo personal se me hace sumamente cómico hacer campañas de “despistolización” cuando tener armas para protección de tu hogar es un derecho constitucional (artículo 10) por lo que estas campañas parecerían tender a desarmar ciudadanos. Dudo (y mucho) que miembros de la delincuencia organizada estén cambiando rifles de asalto (que son su herramienta de trabajo) por microondas.

Cada vez que se decomisa un fusil en la selva lacandona o en una brecha de Tabasco, la pregunta no debería ser solo a qué cártel pertenece, sino de qué camino llegó. Si no entendemos —y cerramos— la ruta de las armas que vienen del sur, cualquier promesa de “pacificar” México seguirá desfilando, como en un concurso de belleza, sobre un escenario frágil y lleno de espejos.

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