Cuando observamos el comportamiento que presentan los indicadores económicos durante un periodo de tiempo, pocas veces nos detenemos a pensar sobre las implicaciones o el impacto que estos movimientos tienen para la población.

En múltiples ocasiones hemos señalado que detrás de las cifras económicas, existen personas y familias que en su vida diaria tienen que ajustarse a estos cambios. Asimismo, gracias a las políticas implementadas, los habitantes de una nación se pueden ver beneficiados o afectados por la bonanza o la carestía económica, estos cambios se conocen como movilidad social.

De acuerdo al Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), una de las instituciones con mayor experiencia y conocimiento en el tema, la movilidad social es el cambio en la condición socioeconómica de las personas. Dicho cambio puede implicar mejoras o retrocesos en riqueza, educación, ocupación, ingresos, salud, entre otras dimensiones sociales y económicas.

La movilidad social refleja el nivel de igualdad de oportunidades entre la población: a mayor igualdad de oportunidades, mayor movilidad social. Para su estudio y análisis, el CEEY ubica 6 tipos de movilidad social; vertical, horizontal, intergeneracional, intrageneracional, ascendente y descendente.

El tipo vertical son cambios de posición que experimentan los individuos entre los estratos socioeconómicos, conocida también como movilidad relativa. Mientras que, en la movilidad horizontal, se relaciona a cambios de posición que experimentan los individuos al interior de un mismo estrato socioeconómico.

En lo que respecta a la movilidad intergeneracional, ésta mide la movilidad social entre dos o más generaciones, tomando en cuenta las características del hogar actual versus las del hogar de origen. Por su parte, la movilidad intrageneracional, analiza cómo evoluciona el logro socioeconómico de las personas a lo largo de su ciclo de vida, ejemplo de ello son las trayectorias laborales.

Finalmente, dentro de la movilidad ascendente, se rastrea la posibilidad de posicionarse en una categoría (educativa, ocupacional, de riqueza, etc.) superior a la del hogar de origen (generación de los padres). En contraparte, la movilidad descendente analiza la posibilidad de posicionarse en una categoría (educativa, ocupacional, de riqueza, etc.) inferior a la del hogar de origen (generación de los padres).

En términos prácticos, el Centro de Estudios Espinosa Yglesias considera que México es un país de baja movilidad social, pues 74 de cada 100 personas que nacen en los hogares más pobres, no logran superar la condición de pobreza en su vida adulta. Asimismo, 49 de cada 100 personas nacidas en el nivel más bajo se quedan ahí toda su vida y tan solo el 4 por ciento de los que nacen en el quintil más bajo logran llegar al más alto.

Y de acuerdo al CEEY, existen 10 barreras que impiden fomentar la movilidad social en nuestro país: ser mujer, tener tono de piel obscura, nacer y crecer en la región sur del país, crecer en un hogar de bajo nivel socioeconómico, tener padres con bajo nivel educativo, tener un padre que haya trabajado en el sector informal, haber trabajado durante la infancia, contar con educación primaria pública vespertina, tener un primer trabajo en el sector informal y finalmente, no contar con acceso a servicios de cuidado infantil.

Una sociedad móvil representa la igualdad de oportunidades en materia laboral, educativa y social, independientemente de las características personales y físicas de cada persona.

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