El 12 de julio pasado, mientras la joven de 19 años Ana Amelí desaparecía luego de subir al Pico del Águila (3,930 metros) al sur de la Ciudad de México; Paolo, un adolescente de apenas 14 años, intentaba ascender solo y sin equipo al Iztaccíhuatl (5,230 metros) por la ruta de Paso de Cortés, en el Estado de México. A ella la siguen buscando. Él fue rescatado sin vida una semana después.
Ana Amelí alcanzó a enviar una fotografía desde su teléfono celular a sus papás donde se le ve en la cumbre del Pico del Águila, acompañada de un grupo de conocidos, quienes relataron que, al iniciar el descenso, les dijo que los alcanzaba, que conocía el camino de regreso. Se sabe que tenía ciertos conocimientos de senderismo y había colaborado en un lugar dedicado a la escalada deportiva.
Paolo fue más allá. Publicó en la red social TikTok un video en el que menciona el riesgo que corría al subir solo y sin el equipo necesario a la tercera montaña más alta de nuestro país. No se veía particularmente atemorizado, tampoco pedía ayuda. Está consciente de lo que hace e incluso, se dirige a grupos en específico. Probablemente, todo era parte de un reto viral para ganar popularidad.
Como era de esperarse, ambos casos lograron atraer la atención de los medios de comunicación. Se activaron todos los protocolos de búsqueda y de rescate por parte de las autoridades correspondientes. Grupos civiles, familiares y amigos unieron esfuerzos. Pero entre tanto ruido informativo, lo esencial quedó de lado: disfrutar de la montaña implica respeto y responsabilidad.
Tal como lo hemos establecido en este espacio, el llamado de la montaña implica preparación física, conocimiento y equipo básico para poder acercarnos a ella. Nos equivocamos al confundirla con un espacio meramente recreativo o de entretenimiento, debido a que la mercadotecnia la presenta como escenario o coreografía para vendernos experiencias de aventura, despertar nuestro lado salvaje; peor aún, el marco ideal para ganar popularidad en redes sociales.
Uno de los grupos de rescate que participó en el caso de Paolo publicó detalles de su participación en redes sociales, y en una de las fotos que acompañaba al texto aparecían portando una manta en la que se leía: “No romanticen la montaña”.
En todo caso, también lo hemos señalado aquí, la montaña refleja con asombrosa precisión nuestras filias y fobias actuales. Decir que el fenómeno de la inseguridad se ha extendido hasta alcanzarla, no es nuevo; para bien o para mal, todo está ocurriendo a través de una pantalla. Ni siquiera el uso de drones, ha permitido localizar a Ana Amelí. Paolo alertó a sus seguidores, pero no pensó en pedir auxilio.
Una de las primeras lecciones que recibí al ingresar a la Asociación de Montañismo de la Universidad Nacional Autónoma de México, como parte del curso básico fue contundente: “este curso tiene un solo objetivo: que ustedes no se maten en la montaña”.
Brújula.- Acompañamos a la familia de Paolo en su dolor. Reconocemos la labor de los diferentes grupos de rescate que han participado en ambos sucesos, y en espera de recibir buenas noticias en el caso de Ana Amelí, hasta la semana próxima.
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