La semana anterior hacíamos un recuento de los hechos y circunstancias que provocaron la catástrofe más famosa en el Everest (8,848 metros), la cual ocurrió entre el 10 y 11 de mayo de 1996. En plena temporada alta, una tormenta anticipada e implacable sorprendería a un grupo aproximado de 40 excursionistas varados en la antesala del techo del mundo (el balcón de Hillary 8,750 metros).

La reacción de las dos agencias responsables durante aquel suceso (Adventure Consultants, a cargo de Rob Hall, y Mountain Madness, encabezada por Scott Fisher) reveló la falta de coordinación y el desmesurado interés comercial por cumplir una meta, sin importar las consecuencias fatales que podría acarrear. De hecho, ninguno de los dos personajes mencionados sobrevivió para contarlo.

Ese rol lo ocuparían el periodista y escalador Jon Krakauer, quien iba como enviado especial para la revista Outside en la expedición liderada por Rob Hall, así como Anatoli Bukreev, un alpinista fuera de serie contratado como guía por Scott Fisher.

De hecho, el objetivo de Krakauer era escribir, precisamente, un reportaje sobre la creciente comercialización del Everest. Sin embargo, tras haber sobrevivido aquel infortunio terminó por publicar un libro, que en español se tituló “Mal de altura”, en el que cuestionaba el desempeño de Bukreev como guía en jefe del grupo a cargo de la empresa Mountain Madness.

Como era de esperarse, Bukreev rechazó los señalamientos y se vio obligado a relatar su versión de los hechos. Lo hizo con el apoyo del escritor Weston DeWalt, quien se encargó de realizar una amplia investigación de los hechos. El texto lleva por nombre “Everest 1996, crónica de un rescate imposible”.

No es la intención de este espacio comentar detalles de ambas obras.

Referimos también la película Everest, la cual se estrenó hace diez años y es considerada como un intento fiel acerca de aquella catástrofe, aunque con licencias creativas.

El llamado de la montaña, los invita a conocer las posturas de los dos personajes, antes de juzgarlos como héroes o villanos. Considérese que se trata de dos seres humanos que tomaron decisiones en situaciones límite y sobrevivieron a una tragedia que cambió sus vidas.

Anatoli Bukreev murió un año después sepultado por una avalancha mientras escalaba el Annapurna (8,091 metros). Jon Krakauer ha reconocido que escalar el Everest ha sido el mayor error de su vida.

Ahora bien, dicho accidente dejó varias lecciones. Como pudimos apreciar, la excesiva comercialización ha sido un problema persistente. Conquistar la cima de la montaña más alta del planeta no puede ni debe convertirse en un “viaje todo pagado”.

Si bien los avances tecnológicos permiten pronósticos del clima muy acertados, no son infalibles. Nos engañamos al creer que podemos dominar a la naturaleza. Cuánta razón tenía Pitágoras, al decir que “el hombre es mortal por sus temores e inmortal por sus deseos”.

Brújula. En esta ocasión, muy oportunamente, el rumbo informativo nos ubica en Nepal, ya que las autoridades aumentaron los requisitos para otorgar permisos de ascenso al Everest, en un intento por frenar la masificación, aumentar la seguridad y proteger el medio ambiente que ya muestra daños claramente.

Entre las nuevas medidas, destaca la de comprobar un ascenso previo y exitoso a una cima de más de 7 mil metros de altura, pues como hemos señalado, no basta la asistencia de un guía profesional y bien preparado; la falta de experiencia al encarar el Everest representa un riesgo altamente mortal.

Síguenos en nuestras redes sociales:

Instagram: , Facebook: y X:

Google News

TEMAS RELACIONADOS