Seguimos dedicando mayo a la montaña más alta del planeta: el Everest (8,848 metros). Se preguntarán por qué específicamente el quinto mes del año. Recuerdan que, en otra entrega (La primavera y el Everest, el 15 de marzo pasado) señalamos que dicha estación resulta ser la más propicia para su ascenso, particularmente mayo, ya que se tiene registrado un periodo, que no rebasa las dos semanas, en el cual las condiciones climatológicas son menos severas, por decirlo de algún modo.

En otras palabras, se trata de la “temporada alta” para realizar “turismo de montaña”, a grado tal que, en los últimos años, se han otorgado hasta 400 permisos para las diferentes expediciones y, por tanto, el número de sherpas, por ejemplo, también se ha incrementado para poder atender las necesidades de las empresas locales que suministran servicios a sus clientes.

Sin embargo, la popularidad del coloso de las alturas en este lapso del año marca también la tragedia más conocida en su historia, gracias a la posterior película (Everest, 2015) y a varios libros que alcanzaron etiqueta de “best seller”, los cuales dan cuenta de aquel infortunio ocurrido hace casi tres décadas, entre el 10 y el 11 de mayo de 1996, cuando una tormenta sorprendió a un grupo de montañistas/turistas que hacían fila en la antesala (el balcón de Hillary, 8,750 metros) de la cumbre del techo del mundo; el saldo fue de 8 personas muertas.

Es importante mencionar que no se trata del peor accidente ocurrido en el Everest, porque ese estigma bien podría corresponder al fatal desprendimiento de bloques de hielo que, en 2014, cobró la vida de 16 sherpas en la cascada de Khumbu, el principal acceso a la codiciada montaña.

Obviamente, el interés mediático fue infinitamente menor, quizá porque se trataba de “empleados” que preparaban las cuerdas fijas para facilitar el ascenso de los “usuarios” de temporada. Vergonzoso, indigno, cruel…

¿Qué tienen en común este tipo de sucesos? La desmesurada comercialización que ha experimentado el montañismo. Además, en el caso específico del accidente ocurrido en 1996, se conjugaron una serie de circunstancias y malas decisiones.

Mencionaremos la permanencia prolongada de los excursionistas a pesar de las pésimas condiciones climatológicas; la falta de cuerdas para agilizar el último tramo hacia la cima, así como aceptar personas sin la experiencia necesaria (la tercera parte de los fallecidos carecía de antecedentes en montañas de más de 8 mil metros.

Una prueba más: ¿Recuerdan o conocen aquella imagen que le dio la vuelta al mundo en 2019? Una fila casi interminable de excursionistas a más de 8 mil 700 metros de altura, soportando los síntomas de la “zona de la muerte” para llegar a la cúspide.

Al final, la prolongada espera provocó la muerte también de ocho personas, uno de ellos incluso, perdió la vida al pisar la cumbre; otros mientras descendían agotados. La semana próxima finalizaremos el relato de esta historia que, como tal, tiene héroes y villanos.

Brújula.- El montañismo nacional está de luto. Falleció Yuri Contreras Cedi, uno de los escaladores más respetados dentro y fuera de nuestro país. En su trayectoria quedan sus cuatro ascensos al Everest, dos de ellos realizados por rutas distintas, así como la decena de expediciones a los Himalayas. Murió el domingo pasado mientras participaba en una competencia de ciclismo, a la edad de 62 años. Descanse en paz.

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