Enfrentar la hoja en blanco, la pantalla, mejor dicho, es como ver la cumbre de una montaña antes de iniciar su ascenso. Deseamos conquistarla, deseamos comunicar algo. Puede haber senderos conocidos previamente o bien, el deseo de explorar un camino distinto que igual nos lleve a la cima. En cualquier caso, ella está ahí, y ha sido fuente inagotable de inspiración artística. Va más allá de la simple narración de aventuras.
El contacto con la naturaleza, la concentración que implica seguir un camino, permitir que su silencio nos acompañe, el esfuerzo físico que demanda, experimentar el límite de nuestra resistencia física, la contemplación de paisajes excepcionales y el sentimiento de humildad frente a su majestuosidad o la tristeza de relatar una tragedia, han motivado las más profundas reflexiones y, por ende, a que muchos compartan sus experiencias, ya sea a manera de relatos o como un diario personal, éste último quizá sea su mejor exponente. Así la montaña, se revela como aliciente creativo.
Actualmente, mientras escalamos, la tecnología nos permite llevar dispositivos electrónicos para escuchar música (audífonos o bocinas portátiles). También hay quienes prefieren llevar capítulos almacenados de sus series favoritas en “teléfonos inteligentes” o en tabletas, para disfrutar mientras descansan. Es válido. Lo respeto, pero no lo comparto. Arrastramos nuestros hábitos urbanos.
En ocasiones, una expedición puede durar varias semanas, y no dudo que ese tipo de recursos puedan ser útiles. Preferiría llevar un libro incluso, en versión digital, ya que por cuestiones de espacio y peso sería más conveniente. Compartir un juego de mesa. Admito que llevar un diario es una asignatura pendiente para mí.
La montaña como fuente de inspiración no se ha limitado al campo de las letras, ya que ha sido estímulo para toda clase de expresión artística a lo largo de la historia de la humanidad, tal como lo hemos consignado en entregas anteriores. ¿Recuerdan los paisajes plasmados por José María Velasco? Aunque se le considera la metáfora literaria por excelencia.
Precisamente, hace varios años, mientras buscaba información relacionada con uno de los escritores que más admiro, pues se acercaba el aniversario de su natalicio y deseaba encontrar algún dato interesante o poco conocido para publicar en redes sociales, me sorprendió enormemente descubrir una foto suya, sentado en un risco del Nevado de Toluca contemplando el paisaje. Era el mismísimo Juan Rulfo.
Inmediatamente, me concentré en verificar la autenticidad de aquella imagen, condición indispensable en estos tiempos caracterizados por la dictadura del clic y la inteligencia artificial. Confirmado: Juan Rulfo, el renombrado creador mexicano de fama internacional, también dominó con acierto el arte de la fotografía y fue ¡Un consumado montañista!
Incluso, en sus memorias, el escritor de origen español José de la Colina relata un encuentro fortuito con el autor de Pedro Páramo, quien al saber que tiene enfrente a un incipiente colega, le da una serie de recomendaciones, entre ellas: “Haga ejercicio, el alpinismo es muy bueno”. Juan Rulfo lo sabía…
Brújula. El rumbo informativo sigue concentrado en el tema de los incendios forestales. En la recta final de abril, la combinación de altas temperaturas, baja humedad y fuertes vientos mantienen en alerta a las autoridades de todo el país; en el caso específico del Estado de México, de acuerdo con información oficial, en lo que va del presente año, los siniestros han disminuido 36%, con relación al año pasado. Aun así, es muy pronto para echar las campanas al vuelo.
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